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Cuando el tiempo se detiene en una plaza, el arte enigmático de Giorgio de Chirico

Giorgio de Chirico desarrolló la Pintura Metafísica poco antes de la Primera Guerra Mundial.

Cuando el tiempo se detiene en una plaza, el arte enigmático de Giorgio de Chirico

En el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires se resguarda una de las obras más enigmáticas del siglo XX: Piazza (1913) de Giorgio de Chirico. Esta pintura, que forma parte del movimiento de la Pintura Metafísica, desafía la percepción del tiempo y el espacio con una estética que mezcla la tradición clásica con la vanguardia más rupturista.

Un escenario enigmático

En Piazza, el espectador se encuentra ante una plaza solitaria al atardecer, dominada por sombras alargadas y una atmósfera de inquietante serenidad. Al fondo, una torre altísima y un tren que parece deslizarse en la distancia. En el centro, dos figuras conversan, aunque su identidad y propósito son un misterio. Junto a ellas, una estatua clásica se erige como testigo inmóvil del tiempo. O quizás sean dos estatuas y un caballero observando el atardecer desde su pedestal. La ambigüedad es clave en la composición, y su indefinición genera una sensación de extraña melancolía.

Entre la tradición y la vanguardia

Giorgio de Chirico desarrolló la Pintura Metafísica poco antes de la Primera Guerra Mundial, buscando plasmar una realidad que desafiara la lógica del mundo tangible. Aunque sus técnicas pictóricas se anclan en la tradición renacentista, con un manejo exquisito de la perspectiva, la luz y las sombras, la composición de sus obras introduce una dimensión onírica y perturbadora. Su trabajo evoca la sensación de que algo está a punto de suceder, a pesar de la aparente calma de la escena.

El lirismo de la soledad

El propio De Chirico describió su obra como una exploración del “lirismo inexplicable del ángulo formado por el encuentro de dos paredes y su terrible soledad”. En Piazza, esta afirmación cobra sentido: la geometría forzada de los edificios, la inmovilidad de las figuras y la inmensidad del espacio vacío transmiten una sensación de enigma irresoluble.

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Esta obra es un ejemplo magistral del poder de la Pintura Metafísica para transformar lo cotidiano en algo desconcertante. Al contemplarla, uno no puede evitar preguntarse: ¿es un sueño, un recuerdo o una premonición? En la aparente inacción de la escena, el tiempo parece suspendido, dejando al espectador atrapado en una pausa eterna.

Con información de HA!

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