El Paraíso Perdido de Sicilia: La fantasía mediterránea de Wilhelm von Gloeden
Conservada en el J. Paul Getty Museum de Los Ángeles, el fotógrafo alemán Wilhelm von Gloeden nos transporta a una fantasía mediterránea donde el tiempo parece haberse detenido.
En la obra titulada Bella Napoli, Terra di Fuoco, conservada en el J. Paul Getty Museum de Los Ángeles, el fotógrafo alemán Wilhelm von Gloeden nos transporta a una fantasía mediterránea donde el tiempo parece haberse detenido. La imagen, de 8 × 10,4 cm, presenta a jóvenes sicilianos desnudos en la terraza de la villa de Gloeden en Taormina, con el imponente volcán Etna como telón de fondo. Aquí, el fotógrafo recrea su versión idealizada de una “Arcadia gloedeniana”, un paraíso donde el clasicismo y la vida simple se fusionan en una estética romántica.
Gloeden retrata a sus modelos como los descendientes de los pastores y músicos de la antigua Magna Grecia, en una oda nostálgica a un pasado que ya no existe. Para él, Sicilia no solo es un escenario exótico, sino el lugar perfecto para proyectar sus fantasías de un estilo de vida mediterráneo que parece ajeno al paso del tiempo. La vida transcurre de manera relajada y despreocupada, casi como si el presente fuera irrelevante ante la majestuosidad del entorno y la perfección idealizada de los cuerpos.
Mientras Gloeden captura sus imágenes en Sicilia, en otro rincón del mundo, el pintor francés Paul Gauguin busca su propio paraíso en Tahití. Ambos artistas, aunque geográficamente distantes, comparten una misma meta: inmortalizar sus “islas de felicidad”. Las composiciones serenas de Gloeden, con adolescentes italianos de miradas perdidas, evocan una calma similar a la de las mujeres tahitianas que posaron para Gauguin.
Sin embargo, la búsqueda de estos paraísos tuvo destinos diferentes. Gauguin, aunque profundamente atraído por las culturas autóctonas del Pacífico, nunca encontró en ellas la pureza que imaginaba. Descubrió que la colonización y el adoctrinamiento cristiano habían transformado la vida en Tahití. En contraste, Gloeden, un luterano fascinado por el catolicismo, encontró en Sicilia el escenario perfecto para su propia narrativa. Para él, la religión no era un impedimento, sino un componente exótico que aumentaba el atractivo de sus “buenos salvajes”.
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El legado de Gloeden, más allá de su estética clásica, también responde a una demanda particular: su obra, cargada de homoerotismo velado, era consumida con entusiasmo por una clientela internacional que anhelaba esos “paraísos” discretos. A través de sus imágenes, el idealizado paraíso mediterráneo llegaba, de manera sutil y postal, a los hogares de aquellos que deseaban una escapatoria de la realidad.
Con información de HA!
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