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¿Qué es “normal” y qué es “diferente”?

La “normalidad” se basa en promedios estadísticos, como el Índice de Masa Corporal (IMC), que a menudo no reflejan la diversidad humana.

¿Qué es “normal” y qué es “diferente”?

CIUDAD DE MÉXICO.- En 1945, el Museo Americano de Historia Natural exhibió dos estatuas que representaban al “hombre” y a la “mujer” promedio en los Estados Unidos. Las estatuas, llamadas Norman y Norma, se basaban en medidas obtenidas de decenas de miles de jóvenes estadounidenses, reflejando lo que se consideraba “normal” en la sociedad de la época. Curiosamente, ese mismo año, se organizó un concurso para encontrar a la mujer viva que mejor encarnara las proporciones de Norma. Sorprendentemente, ninguna de las casi 4,000 mujeres que participaron coincidió con las medidas de esta figura “ideal”.

El concepto de lo “normal” ha sido históricamente interpretado como algo “típico”, “esperado” o incluso “correcto”. Esta expectativa implica que la mayoría de las personas deberían encajar dentro de una definición concreta de normalidad. Sin embargo, tal como ocurrió con Norma y Norman, es raro que los ideales estadísticos se ajusten a la realidad humana. Este fenómeno pone en duda la validez de los estándares que la sociedad impone, basándose en promedios que no representan la verdadera diversidad de la humanidad.

¿Qué tan confiables son nuestras ideas de “normalidad”?

La noción de “normalidad” en muchos campos, como la medicina y la psicología, se basa en lo que se llama una distribución normal, que sigue la forma de una campana. En este tipo de distribución, la mayoría de los valores se encuentran cerca del promedio, mientras que aquellos que se alejan de este punto son menos comunes. Por ejemplo, la altura es una característica humana que sigue esta distribución: algunas personas son más altas o más bajas, pero la mayoría se encuentra cerca de un promedio estadístico.

Sin embargo, definir a una persona como “normal” en función de su cercanía a estos promedios puede resultar problemático. Un claro ejemplo es el uso del Índice de Masa Corporal (IMC) para evaluar la salud. Aunque el IMC clasifica el peso de las personas en categorías como “bajo peso”, “normal” o “obesidad”, este indicador es impreciso porque no toma en cuenta factores clave como la proporción de grasa corporal, la distribución de esta grasa o el nivel de actividad física de una persona.

El impacto de la “normalidad” en la sociedad

Cuando definimos la “normalidad” con base en datos limitados o sesgados, corremos el riesgo de excluir a grandes grupos de personas. Por ejemplo, muchas investigaciones psicológicas se han basado en muestras de individuos de países occidentales, industrializados y democráticos, lo que genera un sesgo en las conclusiones que afectan a otras culturas. Un caso famoso es el del experimento visual de Müller-Lyer, donde los estudiantes estadounidenses suelen percibir una línea como más larga que otra, aunque ambas son del mismo tamaño. Sin embargo, esta ilusión no afecta de la misma manera a otras culturas, como los San del Kalahari, quienes no experimentan dicha ilusión.

La historia nos muestra que la idea de lo “normal” puede tener consecuencias devastadoras. A principios del siglo XX, el concepto fue instrumentalizado por el movimiento de la eugenesia para justificar la exclusión y violencia hacia quienes eran considerados “anormales”, lo que derivó en actos de discriminación y genocidio. Incluso hoy en día, muchas personas siguen siendo marginadas por no ajustarse a las expectativas “normales” de la sociedad, ya sea debido a discapacidades, problemas de salud mental o identidades de género y orientaciones sexuales consideradas “diferentes”.

El verdadero significado de la diversidad humana

Al final, la diversidad de cuerpos, mentes, percepciones y formas de entender el mundo es lo que verdaderamente caracteriza a la humanidad. Lo que consideramos “normal” no es más que una construcción estadística que ignora las infinitas variaciones que existen entre los individuos. En lugar de ver la diferencia como algo negativo, debemos aceptar que la diversidad es lo realmente natural.

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Este enfoque nos invita a replantear cómo entendemos y valoramos lo que significa ser “normal”. Más que buscar encajar en un estándar, deberíamos reconocer y celebrar las particularidades que hacen única a cada persona. Como argumenta Buhrer Tavanier, el verdadero estándar de la humanidad es su variabilidad, y el concepto de “normalidad” debe ser reevaluado a la luz de la pluralidad que nos define.

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