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¿Cómo adquirió su forma la Vía Láctea?

La Vía Láctea adquirió su forma actual debido a las leyes del momento angular, que guiaron la formación de su disco plano hace 13 mil millones de años.

¿Cómo adquirió su forma la Vía Láctea?

CIUDAD DE MÉXICO.- El universo está en constante cambio, y la Vía Láctea no es la excepción. Desde su formación, hace unos 13 mil millones de años, esta galaxia ha ido evolucionando, moldeando su estructura y cambiando a través del tiempo. En el borde de uno de sus brazos espirales se encuentra nuestro hogar, el sistema solar, aunque no siempre ha estado ahí. Durante la extinción de los dinosaurios, nuestro sistema estaba en otro brazo diferente al actual. La pregunta clave es: ¿cómo adquirió la Vía Láctea su forma característica?

La respuesta radica en las leyes de la física, particularmente en el concepto de “momento angular”. Cuando las primeras partículas de gas y polvo comenzaron a girar en todas direcciones durante el nacimiento de la Vía Láctea, lo hicieron bajo la influencia de supernovas y la gravedad. Al igual que la masa total de la galaxia emergente era la suma de las masas de estas partículas, el momento angular también era una suma de las rotaciones de todas ellas. Así, la galaxia empezó a girar alrededor de un eje común.

Conforme las partículas de gas y polvo colisionaban y perdían energía, la gravedad las atraía hacia el centro de la galaxia, dando lugar a una estructura más definida. Sin embargo, la razón por la cual la Vía Láctea, como muchas otras galaxias, es plana y no esférica, se debe al hecho de que el momento angular es más influyente en su forma que la presión externa. Las galaxias jóvenes, de baja densidad y con un momento angular elevado, tienden a formar discos planos, en lugar de esferas.

La formación de los brazos espirales

La característica más distintiva de la Vía Láctea son sus brazos espirales, donde se agrupan estrellas y gas con mayor densidad. Pero, curiosamente, estos brazos no son estructuras permanentes, sino que se forman debido a ondas de densidad que viajan a través de la galaxia, algo similar a las olas en un estanque. Estas ondas crean áreas donde la densidad es mayor, formando los brazos brillantes que podemos observar, separados por regiones de menor densidad.

El movimiento de estas ondas es constante, lo que significa que las estrellas y otros cuerpos celestes están continuamente entrando y saliendo de los brazos espirales. Estas ondas de densidad pueden generarse por diversas causas. En algunas galaxias, la interacción gravitatoria con una galaxia cercana puede ser suficiente para generar una onda que se mantenga durante mil millones de años. En otros casos, la acumulación de estrellas y gases dentro de la propia galaxia puede provocar el inicio de una onda.

En el caso de la Vía Láctea, se cree que una acumulación interna de gases y estrellas ha sido la responsable de la formación de sus brazos espirales. A medida que la galaxia gira, la onda de densidad se curva en forma de espiral alrededor del centro galáctico. Nuestro sistema solar, por su parte, orbita más rápido que los brazos espirales, lo que significa que eventualmente dejaremos nuestro brazo actual y entraremos en otro.

Un futuro incierto para la Vía Láctea

Las observaciones más recientes han añadido una nueva capa de complejidad a la comprensión de las galaxias espirales como la nuestra. Se ha propuesto que, en lugar de tener una sola onda de densidad, la Vía Láctea podría tener múltiples ondas que se superponen y se mueven a diferentes velocidades. Esto provocaría que los brazos espirales duren millones de años, para luego desintegrarse y volver a formarse.

Lo que esto implica es que cuando la Tierra se formó hace 4.500 millones de años, los brazos de la Vía Láctea probablemente tenían una apariencia muy distinta a la que vemos hoy. Sin embargo, algo es seguro: los brazos espirales no existirán para siempre. Dentro de unos 5 mil millones de años, la Vía Láctea comenzará a fusionarse con la galaxia de Andrómeda, lo que perturbará el equilibrio del momento angular y transformará nuestra galaxia en una forma ovalada o de “huevo”. Será el comienzo de una nueva era para la Vía Láctea.

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Este ciclo de creación y destrucción, impulsado por las fuerzas gravitacionales y el momento angular, es lo que define la evolución continua de la Vía Láctea. Aunque puede parecer un proceso lento desde nuestra perspectiva, cada giro y cambio nos recuerda la dinámica imparable del universo.

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