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Por qué vemos las mismas películas en Navidad

La psicología ofrece explicaciones claras sobre por qué el cerebro prefiere repetir estas historias en un periodo marcado por la carga emocional, la convivencia familiar y el cierre de ciclos.

Por qué vemos las mismas películas en Navidad

Durante la época navideña, ver películas se convierte en una de las actividades más recurrentes dentro y fuera del hogar. A pesar de la amplia oferta de contenidos disponibles, muchas personas optan por los mismos títulos cada año, incluso aquellos cuya historia y final ya conocen. Este comportamiento no es casual ni responde solo a la tradición.

La psicología ofrece explicaciones claras sobre por qué el cerebro prefiere repetir estas historias en un periodo marcado por la carga emocional, la convivencia familiar y el cierre de ciclos. De acuerdo con especialistas en psicología y divulgación científica, retomadas por El Heraldo, este hábito cumple funciones emocionales, cognitivas y sociales que ayudan a transitar mejor la temporada.

¿Por qué repetimos las mismas películas en Navidad?

Elegir películas conocidas reduce la incertidumbre. Al saber qué va a pasar, el cerebro no necesita anticipar riesgos ni procesar información nueva de forma constante. En una época donde aumentan los compromisos sociales, las evaluaciones personales del año que termina y las expectativas familiares, este tipo de contenido ofrece una experiencia predecible y controlada.

Ver una historia conocida permite al espectador concentrarse en las emociones sin el esfuerzo mental que implica seguir una trama nueva. Esto genera una sensación de descanso y estabilidad emocional.

La necesidad de familiaridad y seguridad emocional

El cerebro humano tiende a preferir lo familiar, sobre todo en contextos emocionalmente intensos. Las películas repetidas funcionan como un espacio seguro. No hay sorpresas, conflictos inesperados ni finales inciertos. Esta familiaridad ayuda a regular el estrés y proporciona una sensación de calma.

En términos psicológicos, la repetición refuerza la percepción de control, algo especialmente valioso en fechas donde las emociones suelen intensificarse.

Otro factor clave es el llamado transporte narrativo. Este proceso ocurre cuando una persona se sumerge emocionalmente en una historia hasta sincronizar sus emociones con las de los personajes. Al tratarse de películas vistas en múltiples ocasiones, la conexión es más profunda.

El espectador ya sabe qué escenas generan alegría, tristeza o nostalgia, y puede anticipar esas emociones. Esto convierte la experiencia en algo emocionalmente regulado y satisfactorio.

“Mi pobre angelito” | Foto: Especial

La nostalgia

Repetir películas navideñas también activa recuerdos personales y familiares. Muchas de estas historias están ligadas a momentos específicos de la infancia o a reuniones familiares del pasado. Al volver a verlas, se reactiva esa memoria emocional.

Aunque la Navidad en la adultez no siempre conserva la misma percepción que en la niñez, estas películas ayudan a mantener una sensación de continuidad personal. Funcionan como un puente entre distintas etapas de la vida.

El valor de los rituales compartidos

Ver las mismas películas cada Navidad también cumple una función social. Se trata de un ritual colectivo que se repite año con año. Los rituales ayudan a organizar el tiempo, reducir la ansiedad y fortalecer los vínculos sociales.

Compartir una película conocida facilita la conversación, la convivencia y la conexión entre personas de distintas edades. No se trata solo del contenido, sino del acto de reunirse alrededor de una experiencia común.

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