¿Por qué algunas personas no quieren armar el árbol de Navidad? Esto dice la psicología
Entender que la Navidad puede suscitar emociones diversas es el primer paso para transitarla con mayor salud emocional.

Para muchas personas, diciembre es sinónimo de ilusión, reuniones y tradiciones familiares. Sin embargo, la imagen de felicidad colectiva no es universal. Un sector significativo de la población experimenta sentimientos contradictorios con la llegada de las fiestas, donde rituales como armar el árbol de Navidad pueden despertar estrés, melancolía o un deseo consciente de evitación. Este fenómeno, lejos de ser anecdótico, cuenta con explicaciones desde la psicología y la sociología.
Expertos, retomados por Infobae, detallan que la transición a la vida adulta, con sus pérdidas, responsabilidades y cambios en la estructura familiar, redefine la experiencia navideña.
¿Por qué algo festivo puede sentirse mal? Las causas psicológicas
El Dr. Rolando Salinas explica que las fiestas, pese a ser un motivo de encuentro, conllevan “un componente de estrés”. Este se origina en la presión por organizar reuniones, realizar balances personales y laborales de fin de año, y gestionar preocupaciones económicas. En este contexto, la decoración navideña deja de ser un mero acto festivo para convertirse en una tarea más dentro de una lista abrumadora.
Los motivos principales por los que una persona puede evitar armar el árbol incluyen:
- Duelo por ausentes: La nostalgia no solo se dirige a seres queridos fallecidos, sino también a familiares que viven lejos, haciendo palpable su falta.
- Presión por aparentar alegría: La obligación social de mostrarse feliz puede generar incomodidad y aislamiento si la persona atraviesa una situación difícil.
- Agotamiento acumulado: El cansancio físico y mental por cierres laborales, obligaciones financieras y compromisos sociales reduce la energía para actividades adicionales.
- Soledad acentuada: La narrativa de reunión familiar puede intensificar la sensación de aislamiento en quienes carecen de una red de apoyo cercana.
- Elección personal: Algunos individuos optan por formas de conmemoración más sencillas o alineadas con sus valores, desvinculándose de rituales que no les representan.

Los cuatro rostros de la Navidad: ¿Con cuál te identificas?
El Dr. Thomas Henricks, sociólogo, señala que no todos poseen “el espíritu navideño” y que muchos se sienten atrapados por la expectativa pública de festejar. Henricks identifica cuatro perfiles de personalidad navideña:
- El Controlador: Tiene una visión muy definida, basada en recuerdos de infancia, de cómo “debe” ser la celebración. Asume la organización, lo que puede aliviar a otros pero también generar tensiones por el perfeccionismo.
- El Forastero: Incluye a quienes viven solos, con pocos recursos o, por elección propia, evitan las celebraciones públicas. Las personas introvertidas suelen sentirse ajenas al modelo festivo predominante.
- El Atrapado: Participa por obligación social o familiar, no por deseo. Asiste a eventos que preferiría evitar, exponiéndose a cumplir expectativas ajenas o a conflictos familiares latentes, lo que aumenta su malestar.
- El Sobrecargado: Representa a la mayoría. Experimenta una acumulación de estrés por preparativos, gastos, desplazamientos y excesos (comida, bebida, emociones). La tensión crece conforme se acercan las fechas, afectando su salud física y mental.
Consejos desde la salud mental para saber manejar esta temporada
Frente a esta complejidad, los expertos proponen estrategias para reducir el impacto negativo. La planificación anticipada y la toma de decisiones familiar colaborativa son fundamentales para mitigar tensiones.
El Dr. Salinas recomienda separar lo importante de lo accesorio. Su consejo es enfocarse en disfrutar y mejorar “los vínculos interpersonales significativos”, en lugar de obsesionarse con los detalles perfectos de la decoración o la cena.
Por su parte, el Dr. Henricks sugiere una participación selectiva. Es válido reflexionar sobre “el tipo y nivel de participación social que se puede tolerar” y encontrar formas personales de demostrar cariño. La Navidad, según su visión, es una oportunidad para implementar “la visión personal sobre lo que realmente importa”, lo que puede implicar modificar tradiciones o crear nuevas.
Entender que la Navidad puede suscitar emociones diversas es el primer paso para transitarla con mayor salud emocional. Reconocer los perfiles y las causas del estrés permite validar las propias sensaciones y las de los demás.
La recomendación central es la autenticidad: priorizar el bienestar personal y los vínculos genuinos sobre la ejecución impecable de una tradición. En última instancia, la mejor manera de pasar las fiestas es aquella que respete los propios límites y valores.
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