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El silencio habla… dice más de ti de lo que crees

Hace poco me pasó algo curioso, dos veces para ser exactos: me invitaron a dar una conferencia, y en ambos casos la historia fue igual: entusiasmo, planeación, intercambio de ideas… y luego, nada. Silencio absoluto.

El silencio habla… dice más de ti de lo que crees

Ni un “Sí”, ni un “No”. Sólo el eco amable de una conversación que se evaporó como notificación sin abrir, y todos sabemos que eso duele más que dejarte en visto por tu “crush”; lo interesante no fue la cancelación -todos entendemos que las agendas cambian-, sino ese vacío elegante que paradójicamente, dice tanto, porque si algo he aprendido en mi carrera, es que la ausencia también comunica.

A veces nos da más miedo decir “No” que escucharlo. Tal vez porque el “No” tiene mala fama: suena seco, incómodo, casi grosero, pero en realidad, decir que no con educación es un acto de respeto no sólo hacia el otro, sino también hacia uno mismo.

Desde la neurociencia, sabemos que el cerebro prefiere una negativa clara antes que una duda prolongada: la incertidumbre activa la amígdala del cerebro, que se activa cada vez que algo nos genera ansiedad… como cuando no nos contestan un mensaje.

Cuando evitas responder por incomodidad, tu cerebro siente alivio momentáneo, pero el de la otra persona entra en modo alerta, buscando explicaciones. Resultado: dos cerebros estresados y una relación confusa.

He llegado a pensar que decir “No” con clase debería enseñarse junto con “trabajo en equipo” y “comunicación efectiva”, porque aunque no lo notemos, cada interacción, incluso las que no se concretan, deja huella emocional.

Se agradece

La psicología lo confirma: el cerebro recuerda con más fuerza lo último que percibe, lo que se conoce como efecto de recencia; si lo último que dejamos es un silencio o una promesa que se esfuma, eso también se archiva en la memoria y en la percepción.

Seamos honestos, el silencio también se siente como un “No”, sólo que sin cortesía, y si el silencio fuera una persona, probablemente sería ese amigo que te deja en visto y luego te saluda como si nada.

Todos necesitamos cierre: un “Sí”, un “No” o al menos, un “gracias por tu tiempo”; lo que más desgasta no es la negativa, sino quedarse esperando algo que nunca llega.

No se trata de tener tiempo, sino de tener forma: un simple “Gracias por pensar en mí, pero en esta ocasión no podré acompañarte” basta para honrar al otro y cuidar tu imagen profesiona, toma menos de un minuto y deja la mejor versión de ti: la que no desaparece.

La coherencia no se demuestra cuando todo sale bien, sino cuando algo cambia y aun así eliges mantener la cortesía; aunque parezca que decir “No” cierra puertas, lo cierto es que te abre algo más valioso: credibilidad.

En la era de los mensajes instantáneos, la verdadera inteligencia emocional no está en responder rápido, sino en responder con claridad, porque al final, la mejor imagen no es la que proyectamos cuando llegamos, sino la que dejamos cuando nos vamos.

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