Netflix en la oficina: ¿productividad o distracción?
Laptop abierta, audífonos puestos y en la pantalla, dos mundos al mismo tiempo: Excel y una serie de fondo; bienvenido a la oficina de las nuevas generaciones.

Para muchos jóvenes, trabajar o estudiar sin una película reproduciéndose a un lado es casi impensable; dicen que “los ayuda a concentrarse”, que “el tiempo pasa más rápido” o que “así se sienten menos aburridos”, pero ¿es realmente efectivo o sólo una ilusión de productividad?
La verdad es que esta costumbre no nació de la nada: los “centennials” -y en menor medida los “millennials”- crecieron con el “multitasking” digital como parte natural de su día a día; para ellos, tener varios estímulos a la vez no es una distracción, sino su estado “normal” de concentración.
El problema es que el cerebro humano no está diseñado para hacer multitareas reales; cada vez que cambiamos el foco de atención entre la hoja de cálculo y la pantalla, pagamos un costo cognitivo: nos tardamos más, nos equivocamos más y terminamos más cansados.
Cada vez que “saltas” de tarea, tu cerebro necesita entre 15 y 25 segundos para volver a concentrarse; haz eso 50 veces al día… y ahí se te fueron varios capítulos de productividad.
Tampoco se trata de demonizar al pobre Netflix: hay tareas tan monótonas que cualquier estímulo leve ayuda a no sentir que el reloj se congeló, por ejemplo, actividades repetitivas como capturar datos o atender llamadas pueden beneficiarse de un fondo visual o auditivo suave.
Pero cuando la tarea exige concentración profunda, como escribir, analizar o tomar decisiones, la serie deja de ser fondo y se convierte en competencia directa.
Lo que para uno parece “acompañamiento”, para el cerebro es una guerra por la atención entre la trama y el trabajo; “spoiler alert”: casi siempre gana la trama.
Para muchos jóvenes, tener una serie de fondo no es un lujo, es parte de su manera natural de funcionar; para generaciones anteriores, en cambio, resulta incomprensible: ¿cómo alguien puede rendir con la mente en dos lugares a la vez?
Esa diferencia explica por qué algunas empresas experimentan con nuevas formas de ambientar el trabajo: no es raro que en ciertos “call centres” se proyecten películas sin sonido o se reproduzcan “playlists” con “ruido de cafetería”, con el fin de crear un ambiente más llevadero para tareas monótonas.
Nuestra memoria de trabajo, esa parte del cerebro que usamos para resolver problemas y generar ideas, sólo puede sostener de cuatro a siete elementos a la vez; cuando entra un estímulo externo (como un diálogo o una escena intensa), se roba uno o varios de esos espacios mentales, con menos espacio para pensar y más espacio para distraerse.
Por eso, el tipo de ruido importa: el famoso “efecto Mozart” mostró que ciertos sonidos pueden ayudar a concentrarse, pero no por su magia musical, sino porque crean un entorno predecible.
Si el silencio te desespera, prueba con música instrumental tranquila o sonidos de la naturaleza; ese tipo de ritmos ayudan a que el cerebro entre en “modo enfoque”, sin distraerse ni dormirse: es como darle un café suavecito a tu atención, sin el drama de la serie.
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