¿Por qué nos rascamos la cabeza? Esto dice la psicología
Expertos explican cómo este gesto cotidiano puede ser un indicador de estados internos como duda o estrés.

En la compleja red de la interacción humana, gestos tan simples como tocarse o rascarse la cabeza funcionan como señales no verbales que pueden transmitir una variedad de emociones y actitudes, señala un reporte de Infobae. Aunque su interpretación nunca es absoluta y depende enteramente del contexto, estos microcomportamientos ofrecen una ventana a estados internos como la confusión, la ansiedad o la duda, e incluso pueden proyectar seguridad en otras situaciones.
El peso de la comunicación no verbal
Para dimensionar la importancia de estos gestos, es fundamental entender el rol de la comunicación no verbal. Estudios clásicos del psicólogo Albert Mehrabian señalan que, en un intercambio cara a cara, el 65% del mensaje se atribuye a elementos no verbales, como expresiones faciales y movimientos corporales, mientras que solo el 35% corresponde a las palabras verbales.
Mientras el lenguaje hablado transmite información, el no verbal se encarga de expresar estados y actitudes personales.

Rascarse la cabeza: Un signo de incertidumbre y estrés
Dentro de este universo de señales, el acto de rascarse la cabeza se ha identificado como un indicador típico de incertidumbre. Desde la perspectiva de la psicología, cuando el cerebro se enfrenta a una situación incómoda o de difícil comprensión, puede activar estos micromovimientos como un mecanismo para liberar tensión acumulada o ganar unos segundos para procesar información.
- Más allá de la confusión: Duda y posible engaño
Este gesto no se limita a la confusión. Expertos en comunicación no verbal, como Bob Whipple, sugieren que también puede denotar duda. Incluso, en circunstancias específicas, podría ser un indicio de que la persona no cree en lo que está escuchando. Frecuentemente, esta acción viene acompañada de otras señales faciales, como fruncir el ceño, lo que podría indicar que se está erosionando la confianza en la conversación.
Es crucial destacar que, por lo general, quien realiza el gesto no es consciente de hacerlo.
- La conexión con la ansiedad
Además de la duda o la confusión, rascarse la cabeza puede estar vinculado a estados de ansiedad o estrés. En momentos de presión, las personas pueden recurrir a este gesto de forma casi automática como una estrategia momentánea para aliviar la tensión interna, funcionando como una válvula de escape ante el malestar emocional.
Otros gestos de la cabeza y su significado
No todos los movimientos relacionados con la cabeza transmiten inseguridad. La variedad de gestos enriquece el lenguaje corporal:
- Autoridad y Seguridad: Un movimiento rápido de la mano pasándola por el cabello, similar a peinarse, suele proyectar autoridad y seguridad, especialmente si quien lo hace mantiene un contacto visual firme.
- Duda o Inseguridad: Por el contrario, rascarse la nuca o la parte posterior de la cabeza puede ser un indicador más claro de dudas o inseguridad respecto a lo que se está diciendo.
La clave para interpretar: Contexto y causa física
La interpretación correcta de rascarse la cabeza reside casi por completo en el contexto. Aunque puede reflejar una emoción, es imperativo considerar una explicación física.
Si el gesto ocurre de manera reiterada y sin un patrón situacional claro, podría deberse a condiciones dermatológicas como dermatitis, eccema o caspa. Sin embargo, cuando aparece de forma específica —ante una pregunta compleja, un comentario incómodo o una decisión difícil— es más probable que su origen sea una tensión emocional. La frecuencia, el entorno y las reacciones de los interlocutores ayudan a distinguir entre un simple malestar físico y una señal de estrés o inseguridad.
Existe, además, una base fisiológica que conecta ambos aspectos: la piel y el sistema nervioso comparten un origen embriológico, lo que explica que el estrés o la ansiedad puedan producir o agravar sensaciones de picazón.
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Nota sobre un trastorno compulsivo: La tricotilomanía
En casos extremos y menos comunes, la manipulación constante del cabello puede estar relacionada con la tricotilomanía. Este es un trastorno compulsivo que lleva a la persona a retorcer y arrancar su propio pelo de manera repetitiva.
Se diferencia claramente de los gestos cotidianos porque implica una conducta dañina y recurrente que requiere atención clínica especializada. Se estima que este trastorno puede afectar hasta al 4% de la población, siendo las mujeres cuatro veces más propensas a padecerlo que los hombres.
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