¿Cuándo se pone la ofrenda de Día de Muertos para las mascotas y qué debe llevar?
La tradición del Día de Muertos se extiende para honrar la memoria y la conexión espiritual con los animales de compañía que partieron, a través de altares y ofrendas especiales.

En el corazón de la rica tradición mexicana, el Día de Muertos se erige como una celebración que entrelaza el recuerdo con la festividad, honrando a quienes ya no están físicamente pero cuya esencia perdura en la memoria colectiva. En años recientes, este mosaico cultural ha incorporado una conmemoración particularmente conmovedora: el homenaje a las mascotas que, con su lealtad y cariño incondicional, se ganaron un lugar eterno en los hogares y corazones de las familias.
De acuerdo con lo retomado por el sitio Alto Nivel, esta evolución de la costumbre refleja la profunda huella que dejan estos seres en la vida de sus dueños.
Una fecha para el reencuentro espiritual
El 27 de octubre está consagrado como el Día de las Mascotas Difuntas. Según la creencia, en esta jornada las almas de los animales de compañía, desde los juguetones perros hasta los independientes “michis”, emprenden un viaje de retorno desde el Mictlán, el reino de los muertos en la cosmovisión mexica. Este tránsito espiritual les permite cruzar brevemente el umbral que separa ambas dimensiones para visitar los hogares donde fueron amados y reencontrarse simbólicamente con sus familias humanas.

La preparación para este encuentro inicia con anticipación. Se sugiere montar la ofrenda días previos a la fecha señalada, asegurando que todo esté dispuesto para la llegada de estos visitantes especiales. Este ritual marca el preámbulo del periodo festivo del Día de Muertos, el cual se intensifica con la llegada de las ánimas de los niños —o “angelitos”— el 31 de octubre, y culmina con la conmemoración de los adultos fallecidos los días 1 y 2 de noviembre.
La ofrenda: Un puente de amor y memoria
Más que una simple decoración, el altar dedicado a las mascotas es una expresión de gratitud y un vínculo tangible de afecto. Constituye un espacio sagrado donde se recrea, a través de objetos y símbolos, la vida y la personalidad única del animal honrado. Cada elemento seleccionado busca evocar su presencia y proporcionar consuelo a los dueños, transformando el dolor de la pérdida en un celebración de la vida compartida.
Componentes esenciales del altar
Para quienes deseen participar por primera vez en esta tradición, diversos medios han recopilado una guía de los componentes fundamentales que puede incluir la ofrenda:
- Retrato: Una fotografía del animal es el centro neurálgico del altar. Funciona como un punto focal que invita a su espíritu y materializa visualmente su recuerdo.
- Agua: Este líquido, símbolo de pureza y vida, se ofrece para que el alma, tras su largo trayecto, pueda saciar la sed. Representa la regeneración y la continuidad.
- Velas y cirios: La llama de las velas sirve como un faro que ilumina el camino, guiando a la mascota a través de la penumbra para llegar sin contratiempos al lugar que alguna vez habitó.
- Alimentos y golosinas: Colocar su plato favorito con croquetas, latitas o aquellos premios que tanto disfrutaba es un acto de cariño que busca agasajarlo como en sus días terrenales.
- Juguetes representativos: Su pelota, ratón de juguete o cualquier objeto con el que solía divertirse se incluye para simbolizar los momentos de alegría, juego y complicidad que caracterizaron su existencia.
- Flor de cempasúchil: La icónica flor de color naranja intenso es indispensable. Se cree que su vibrante color y aroma distintivo constituyen una guía olfativa y visual para que las almas encuentren el rumbo a los altares.
- Papel picado: Con sus intrincados diseños, este elemento artesanal representa el viento y la frágil frontera entre el mundo de los vivos y el reino de los difuntos.
- Símbolos tradicionales: El pan de muerto y las calaveras de azúcar, pilares de cualquier ofrenda, recuerdan la dualidad inherente a la existencia: la vida y la muerte como partes de un ciclo natural e ineludible.
- Cenizas: En caso de que la familia haya optado por la cremación, una urna o pequeño recipiente con las cenizas puede formar parte del altar, simbolizando la presencia física del espíritu que permanece en el hogar.
La profundidad de una tradición en crecimiento
La inclusión de las mascotas en la narrativa del Día de Muertos no es un fenómeno aislado. Responde a un cambio social más amplio donde los animales de compañía son percibidos cada vez más como miembros integrales de la familia. Su pérdida genera un duelo genuino, y esta tradición ofrece un marco culturalmente rico para procesarlo. Honrarlos el 27 de octubre es validar el profundo impacto emocional que tuvieron y la lealtad que brindaron.
Esta adaptación de la festividad demuestra la vitalidad y capacidad de evolución de las tradiciones mexicanas. El Día de Muertos, lejos de ser una práctica estática, absorbe y refleja los cambios en la sensibilidad social, permitiendo que las nuevas generaciones encuentren consuelo y significado en sus ritos. Al dedicar un espacio a las mascotas en las ofrendas, se reconoce que el amor que ofrecieron es un vínculo que trasciende la barrera de la muerte.
En la cosmovisión mexicana, la muerte no es un final absoluto, sino una etapa diferente de una relación que el cariño mantiene viva. Celebrar a estos compañeros peludos es, en esencia, afirmar que su legado de amor y lealtad permanece, tejido en la memoria familiar y en las tradiciones que nos definen como cultura.
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