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Qué hacer si un niño platica y se distrae constantemente en clase, según los expertos

Si un alumno platica constantemente, no es necesariamente falta de interés o de límites. Según psicólogos educativos, la solución no está en el castigo, sino en estrategias de motivación, estructura y participación activa dentro del aula.

Qué hacer si un niño platica y se distrae constantemente en clase, según los expertos

«A veces parece que su cabeza tiene alas», dicen muchos maestros. Un alumno que platica constantemente con sus compañeros o se pierde mentalmente durante buena parte de la clase puede generar frustración: para el docente, que interrumpe el ritmo; para los demás alumnos; y para el mismo niño, que posiblemente se queda atrás académica o emocionalmente.

Pero hablar mucho o distraerse no siempre significa que algo “malo” está pasando. Según psicólogos y pedagogos, estos comportamientos suelen surgir porque algo no está alineado: las condiciones de la clase, la motivación del niño, la claridad de las explicaciones o incluso su ambiente de aprendizaje.

Ilustrativa de archivo | Crédito: Sergio Ortiz

A continuación presentamos lo que expertos recomiendan cuando esto ocurre, para transformar interrupciones en oportunidades de aprendizaje.

🧠 Por qué sucede (y no, no siempre es culpa del niño)

  • Desinterés o baja relevancia del contenido. Si lo que se enseña no le parece útil, desafiante ni conectado a sus intereses, el alumno tiende a desconectarse.
  • Sobreestimulación o falta de estímulos adecuados. En aulas con muchos distractores, o cuando la clase es demasiado monótona, las distracciones surgen solas.
  • Problemas de entendimiento. Si el niño no comprende bien lo que se está explicando, va perdiendo el hilo, se aburre o busca participar en otra cosa — como hablar — para “llenar el silencio”.
  • Rutinas poco claras o expectativas imprecisas. Cuando no está claro cuándo se debe hablar o guardar silencio, el niño prueba los límites.
Ilustrativa de archivo (Banco digital GH)

⚖️ Cuándo sigue siendo normal y cuándo observar más

Normal:

  • Habla en clase, pero entiende las reglas y puede controlarse si se le recuerda.
  • Se distrae a ratos, pero retoma la actividad al recibir una indicación o estímulo.
  • Tiene buena relación con compañeros, aunque a veces interrumpa.

Para observar o intervenir más a fondo:

  • Habla o se distrae constantemente pese a estrategias variadas.
  • Interrumpe al punto de no poder trabajar ni dejar trabajar a otros.
  • Muestra frustración o desinterés generalizado.
Crédito: Canva

En esos casos, puede ser útil una valoración psicopedagógica, no para etiquetar, sino para detectar si necesita más apoyo en atención, motivación o autorregulación emocional.

✅ Estrategias que los expertos avalan para abordar el problema

  • Establecer reglas claras y visibles. Las normas deben ser explícitas: cuándo se puede hablar, cuándo escuchar y qué hacer si alguien interrumpe. Es útil tener un cartel con las reglas al frente del aula, repasarlas al inicio y usar señales no verbales (como un gesto o mirada) para recordarlas.
  • Diseñar el aula para favorecer la concentración. Coloca al niño lejos de ventanas, puertas o compañeros muy conversadores, y más cerca del docente. Pequeños ajustes físicos pueden marcar una gran diferencia en su nivel de atención.
  • Fragmentar clases y actividades. Dividir las explicaciones largas en segmentos cortos y alternar entre exposición, participación y tareas prácticas mantiene la atención activa. Cada 10-15 minutos, cambia el ritmo: haz una pregunta, una mini discusión o una actividad de movimiento.
  • Usar apoyos visuales y ejemplos concretos. Los recursos visuales —esquemas, dibujos, mapas mentales o ejemplos del entorno del niño— ayudan a mantener el foco y comprender mejor la información.
Crédito: Canva
  • Aplicar reforzamiento positivo. Reconoce cuando el niño logra mantenerse concentrado o espera su turno. Frases como “Me gustó cómo escuchaste” o “Gracias por esperar para hablar” refuerzan el comportamiento deseado más que una reprimenda.
  • Dar roles activos al alumno. Los niños muy platicadores suelen tener buena energía social. Asigna roles que canalicen esa energía: leer en voz alta, hacer preguntas al grupo, repartir materiales o apoyar en la organización.
  • Comunicación con la familia. Hablar con los padres permite entender mejor qué ocurre fuera del aula. Alinear estrategias entre casa y escuela mejora los resultados y evita contradicciones.
Padres y maestros: una alianza clave para el desarrollo
  • Enseñar técnicas de autorregulación. Ayuda al niño a identificar cuándo se distrae y cómo volver al enfoque. Pueden usar estrategias simples como respirar profundo, contar hasta tres antes de hablar o anotar sus ideas en un cuaderno para compartirlas después.

🌍 Lo que se ha visto funcionar en contextos de habla hispana

Un blog educativo en España destaca que es más útil “atraer la atención que exigirla”: usar la curiosidad, la sorpresa y la variedad para mantener el interés del alumno.

En México, algunos pedagogos recomiendan verificar si existen problemas sensoriales (como vista u oído), pues a veces lo que parece distracción es simplemente falta de percepción.

Otros especialistas resaltan el aburrimiento por repetición o falta de reto: cuando el niño ya domina el contenido, se desconecta para buscar estímulos más desafiantes.

⚠️ Cuándo considerar apoyo profesional o ajuste

Debe buscarse orientación psicopedagógica si:

  • El alumno se queda rezagado académicamente.
  • Las estrategias aplicadas no logran cambios después de varias semanas.
  • Aparecen frustración, baja autoestima o conflictos con compañeros.
Ilustrativa de archivo (Banco digital GH)

📝 Cierre: convertir distracción en oportunidad

Más que “combatir” que un niño hable o se distraiga, los expertos coinciden en que es mejor transformar esa energía en participación. Una clase que ofrece espacios para expresarse, participar y compartir opiniones convierte la palabra en aprendizaje. Porque al final, la atención no se impone: se cultiva.

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