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Constancia primero… aplausos después

No sé tú, pero yo soy experto en empezar cosas: libretas nuevas, agendas coloridas, listas de hábitos, inscripciones al gimnasio, cursos en línea, retos de lectura… El problema no es arrancar, es seguir.

Constancia primero… aplausos después

Al principio, todo es entusiasmo: te compras los tenis, pones la alarma a las 5 de la mañana y hasta preparas tu licuado verde con motivación de “influencer” pero a la tercera semana, los tenis ya son parte de la decoración; y esto no sólo pasa en lo personal, en los negocios sucede igual.

Cuando un proyecto inicia, la energía se desborda: lluvias de ideas, pizarrones llenos, reuniones con café y emoción pero con el tiempo, llega la rutina y con ella, la tentación de tomar atajos, de dejar para después, de conformarse.

¿Por qué nos pasa esto? La respuesta no es falta de carácter ni de ganas, es el cerebro: desde la neurociencia sabemos que el cerebro está programado para buscar recompensas inmediatas y evitar el esfuerzo sostenido; por eso es fácil sentir emoción al comenzar, porque es nuevo, porque hay dopamina, hay aplauso, pero mantenernos constantes cuando se va la euforia, ya es otro boleto.

Si quieres que un hábito se mantenga, asócialo con algo que ya haces todos los días: ¿te tomas el café cada mañana? Aprovecha ese momento para leer tres páginas de un libro o escribir tu lista de prioridades; el cerebro aprende mejor por asociación que por voluntad.

Vivimos en una cultura que celebra lo inmediato: resultados en 30 días, cuerpos en 21, negocios exitosos en un trimestre, pero casi nunca se aplaude lo más importante: ese trabajo repetitivo, silencioso, incluso aburrido, que construye verdaderos logros.

La constancia no brilla en redes sociales, pero sí en los resultados reales. Es ahí donde tu reputación como profesional, como marca o como empresa se fortalece.

Los buenos hábitos son la verdadera arquitectura de nuestros logros: una persona que se ejercita 20 minutos al día, sin excusas, logra más que quien se inscribe seis meses al gimnasio y va sólo una semana; lo mismo con un negocio: uno que ofrece un servicio al cliente impecable todos los días, incluso en la rutina, genera más confianza que uno que brilla sólo en el lanzamiento.

Diseña “rituales ridículamente fáciles”; nada de grandes promesas: si vas a empezar a leer, que sean cinco minutos al día, y si vas a mejorar la atención al cliente, empieza con una sonrisa auténtica al recibirlo.

Celebra avances, no sólo resultados; reconocer los pequeños pasos mantiene vivo el compromiso, además de usar recordatorios visibles como una libreta en el buró, una frase en el fondo de pantalla. Los símbolos tienen poder.

Haz las paces con la monotonía; no todo se sentirá emocionante, pero lo ordinario, repetido con intención, se vuelve extraordinario.

La diferencia entre quienes logran sus metas y quienes se quedan a medio camino no está en lo que hacen cuando todo es nuevo, sino en lo que son capaces de sostener cuando la emoción se apaga; la constancia no tiene filtros bonitos ni genera aplausos inmediatos, pero es la fuerza silenciosa que construye reputaciones sólidas, negocios duraderos y vidas con sentido.

Recuerda que la magia no está en el primer paso sino en el segundo, el décimo y el centésimo; ahí, en la repetición con propósito es donde se reconfigura tu cerebro y también, la imagen que proyectas al mundo.

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