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Los secadores de manos podrían ser menos higiénicos de lo que se pensaba, según estudio

Estudios científicos alertan que los secadores de manos en baños públicos dispersan bacterias en el aire mediante aerosolización.

Los secadores de manos podrían ser menos higiénicos de lo que se pensaba, según estudio

En la rutina diaria, lavarse las manos tras utilizar un baño público es un acto de higiene fundamental. No obstante, el proceso no concluye ahí: el siguiente paso, secarlas, presenta un dilema común. Frente a los lavamanos, los usuarios se encuentran con opciones que van desde las toallas de papel hasta los secadores automáticos de aire.

Aunque estos últimos suelen percibirse como una solución práctica y moderna, investigaciones científicas retomadas por Infobae, alertan sobre posibles implicaciones para la salud pública que invitan a reconsiderar su uso, especialmente en entornos de alto riesgo.

La aerosolización bacteriana: El efecto no visible del secado con aire

La comodidad de acercar las manos a un chorro de aire caliente o a alta presión podría tener una consecuencia inadvertida. Un estudio realizado por la Universidad de Leeds, en el Reino Unido, proporciona datos concretos sobre este fenómeno.

La investigación concluye que los secadores de aire, tanto los de aire caliente como los de alta velocidad (conocidos como “jet”), provocan un aumento significativo en la aerosolización bacteriana durante el secado.

Este término técnico se refiere a la capacidad de estos dispositivos de dispersar microorganismos presentes en las manos mojadas —incluso después de un lavado correcto— hacia el aire y las superficies del baño. El mecanismo es simple: el potente flujo de aire desprende las gotas de agua que contienen bacterias y virus, proyectándolos a varios metros a la redonda.

Los secadores de manos podrían ser menos higiénicos de lo que se pensaba, según estudio | Foto: Especial (canva)

El profesor Mark Wilcox, investigador principal del estudio, advierte: “La próxima vez que se seque las manos en un baño público con un secador eléctrico, puede que esté propagando bacterias sin saberlo. También puede que se salpiquen bacterias procedentes de las manos de otras personas”.

Este hallazgo es particularmente crítico en hospitales y clínicas, donde estos aparatos podrían “facilitar la contaminación microbiana cruzada”, poniendo en riesgo a pacientes y personal sanitario.

Entre los microorganismos cuya dispersión se ve favorecida se encuentran el Staphylococcus aureus (asociado a infecciones de la piel) y la Escherichia coli (que puede causar problemas intestinales), así como virus como el norovirus y los de la influenza.

Las alternativas: toallas de papel y secado al aire natural

Frente a la evidencia presentada, expertos en microbiología y biotecnología proponen opciones consideradas más seguras. Lucía Almagro, biotecnóloga y divulgadora científica, coincide con las conclusiones del estudio de Leeds y señala a las toallas de papel desechables como el método más higiénico disponible actualmente.

“Las toallas de papel son las que más bacterias arrastran y mejor absorben la humedad”, explica Almagro. Su eficacia reside en la fricción física, que ayuda a remover los microbios residuales de la piel.

Además, este recurso ofrece una ventaja adicional: el mismo papel usado puede emplearse como una barrera para manipular el picaporte de la puerta al salir, una superficie conocida por su alta carga bacteriana, evitando así el contacto directo.

Como principal desventaja, la especialista reconoce la generación de residuos y la logística asociada a su reposición y eliminación, factores de coste y impacto ambiental.

Para situaciones donde no haya toallas disponibles, la recomendación es sencilla: permitir que las manos se sequen de forma natural al aire, aunque esto implica un mayor tiempo de espera.

La contraparte: La defensa de la industria y las mejoras tecnológicas

El debate sobre la higiene de los secadores de manos no es unidireccional. Durante la pandemia de COVID-19, los fabricantes y distribuidores de estos equipos reforzaron sus argumentos para defender la seguridad de sus productos.

Sus afirmaciones se apoyaron en declaraciones de organismos de salud globales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, que enfatizaban la importancia del lavado de manos sobre el método de secado.

Asimismo, la industria destacó las importantes innovaciones tecnológicas incorporadas en los modelos modernos. Entre estas mejoras se encuentran:

  • Filtros HEPA (Aire Particulado de Alta Eficiencia): Afirman que estos filtros, de grado H13, pueden retener hasta el 99.5% de las partículas en el aire, incluyendo bacterias y virus, antes de que este sea expulsado sobre las manos.
  • Materiales antibacterianos: La incorporación de recubrimientos que inhiben la proliferación de microbios en las boquillas de los aparatos.
  • Sistemas ionizadores: Tecnología que, según los fabricantes, ayuda a neutralizar partículas contaminantes.

Desde una perspectiva económica y de sostenibilidad, los defensores de los secadores argumentan que su uso representa un coste operativo menor a largo plazo en comparación con la compra continua, el almacenamiento y la gestión de residuos de las toallas de papel, presentándolos como una solución más ecológica.

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