¿Les dices ‘’sí’' a todos? Aprende a poner límites sin sentir culpa

Si constantemente te escuchas diciendo “sí, claro” aunque por dentro estés deseando decir que no, es probable que tengas el llamado “sí fácil”.

No es una etiqueta clínica, pero sí un patrón común en personas que han aprendido a priorizar las necesidades de los demás por encima de las propias. ¿Te suena?

Este hábito suele venir de creencias arraigadas: miedo a que te dejen de querer, temor al conflicto, la idea de que ser buena persona implica sacrificarse… Y aunque ayudar no está mal, decirte que sí a ti también es necesario.

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Claves para poner límites sin sentir culpa

Decir que no sin sentirte egoísta es algo que se puede entrenar. Aquí algunas herramientas que pueden ayudarte:

• Reconoce qué estás evitando. Muchas veces decimos que sí para evitar el rechazo, el juicio o la incomodidad. Nombrarlo es el primer paso.
• Empieza por los “no” pequeños. Practicar en contextos de bajo riesgo (como rechazar una salida o un favor menor) te da confianza para cuando venga algo más difícil.
• Prepárate frases límite. Ejemplo: “Lo aprecio mucho, pero esta vez no puedo”, “Déjame pensarlo y te confirmo”, “No me da la energía, prefiero decirte que no desde ahora”.
• Sustituye culpa por responsabilidad emocional. Decir no no te hace mala persona: te hace adulta emocionalmente. Estás asumiendo tu bienestar y el de tus relaciones con honestidad.
• Recuerda: si todo el tiempo dices que sí, alguien siempre queda en último lugar… tú.

Poner límites no es rechazar al otro, es elegirte también a ti. Y aunque al principio puede doler, lo que duele no es el límite, sino lo poco acostumbrados que estamos a usarlo. Con el tiempo, tu “no” se vuelve tan valioso como tu “sí”: porque cuando lo das, lo haces desde la libertad, no desde la obligación.