¿Es malo ir al baño sin ganas? Esto dicen los expertos

Desde la infancia, muchas personas adoptan el hábito de orinar “por si acaso” antes de salir de casa o acostarse, con el fin de evitar molestias posteriores. Sin embargo, esta práctica, conocida como micción de conveniencia o proactiva, podría tener consecuencias negativas para la salud vesical a largo plazo, según especialistas.

Aunque hacerlo ocasionalmente no representa un riesgo, realizarlo con frecuencia puede alterar el mecanismo natural entre la vejiga y el cerebro, explicó la Dra. Ariana Smith, uróloga de la Universidad de Pensilvania. De acuerdo con un reporte citado por Infobae, normalmente, la vejiga envía señales al cerebro cuando almacena entre 150 y 250 mililitros de orina (lejos de su capacidad máxima, que ronda los 500 ml en mujeres y 700 ml en hombres).

Al vaciarla prematuramente, el órgano puede “entrenarse” para activar esas señales con menor volumen, reduciendo su capacidad con el tiempo, detalló la epidemióloga Siobhan Sutcliffe, de la Universidad de Washington.

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Además, forzar la micción sin necesidad ejerce presión sobre los músculos del suelo pélvico, lo que podría debilitarlos y aumentar el riesgo de disfunciones, señaló la Dra. Kathryn Burgio, especialista en envejecimiento de la Universidad de Alabama. Esto podría derivar en condiciones como vejiga hiperactiva, caracterizada por urgencia y frecuencia urinaria excesiva.

¿Cómo modificar este hábito?

Los expertos coinciden en que es posible reeducar la vejiga mediante técnicas como respiración profunda, distracción o afirmaciones positivas (“Yo tengo el control”). Para casos más complejos, como incontinencia o hiperactividad vesical, sugieren:

• Terapia de suelo pélvico: Ejercicios guiados por un fisioterapeuta para fortalecer los músculos involucrados.
• Ajustes en la hidratación: Reducir cafeína, alcohol, bebidas ácidas y edulcorantes artificiales, que irritan la vejiga.
• Evaluación médica: Descartar condiciones como diabetes o apnea del sueño, que pueden agravar los síntomas.

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“El cerebro tiene más control del que creemos: es cuestión de mente sobre vejiga”, resumió la Dra. Alayne Markland, geriatra de la Universidad de Utah. La clave, subrayan, está en escuchar al cuerpo y evitar anticiparse a necesidades inexistentes.