Te contamos qué diferencia al atole del champurrado aunque muchos los confundan
Dos bebidas que comparten raíz, pero tienen personalidad propia.

La cocina tradicional mexicana está llena de sabores que evocan historia, hogar y celebración. Entre ellos, el atole y el champurrado ocupan un lugar privilegiado. Ambos son bebidas calientes elaboradas con base en maíz y han acompañado por generaciones las mañanas frías, los desayunos con tamales y las cenas familiares. Sin embargo, aunque muchas veces se usan como sinónimos, no son lo mismo. En esta nota te contamos por qué.
¿Son iguales o solo parecidos?
A simple vista, el atole y el champurrado pueden parecer hermanos gemelos, pero en realidad uno es la evolución del otro. El champurrado es, de hecho, un tipo específico de atole, así que comparten el mismo punto de partida: agua o leche, masa o fécula de maíz y un endulzante, ya sea azúcar o piloncillo.
Lo que hace diferente al atole
El atole es una bebida sumamente versátil. Su sabor base se puede modificar fácilmente con ingredientes como vainilla, fresa, nuez, arroz, cajeta o rompope. Puede prepararse con agua o leche, dependiendo del gusto o la tradición de cada hogar. Su textura puede variar según si se utiliza masa o fécula de maíz (como maicena), pero siempre conserva ese cuerpo espeso que lo caracteriza.
Y entonces, ¿qué es el champurrado?
El champurrado se distingue por tener una identidad más definida: su sabor siempre es terroso, a veces acompañado con un toque de canela. Se prepara con agua (no con leche) y únicamente con masa, no con fécula. Esta combinación le da una consistencia más ligera que la del atole espeso de leche, pero con el sabor profundo del cacao mexicano. Su preparación se mantiene bastante uniforme en distintas regiones del país.
Más que bebidas, son recuerdos
Tanto el atole como el champurrado tienen un fuerte componente emocional. Son bebidas que saben a casa, a fiestas tradicionales, a mañanas de diciembre o a las reuniones con pan dulce. No se trata de enfrentar uno contra otro, sino de reconocer su individualidad. En muchas casas mexicanas, se ofrecen ambos para que cada quien elija según su antojo.
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Acompañantes perfectos
Aunque comparten ingredientes y un mismo espíritu, el atole y el champurrado brillan con luz propia. Se sirven calientes, se preparan con cuidado para que no tengan grumos, y son ideales para acompañar desde tamales hasta pan de elote. Su vigencia no es casualidad: son bebidas con historia, sabor y versatilidad que las mantiene presentes en la mesa mexicana, incluso frente al auge del café o el té.
Así que la próxima vez que te ofrezcan un atole o un champurrado, ya sabrás que no son lo mismo. Y quizá quieras probar ambos.
Con información de Gourmet de México.
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