¿Escuchas, o sólo estás en silencio?
¿Alguna vez le contaste algo importante a tu mamá o tu pareja, con toda la emoción del mundo y sin despegar la vista del sartén o del celular, sólo te dijeron: “Ajá… qué padre, mi amor”?

Sentiste que tus palabras rebotaron contra una pared. Estabas hablando, sí. Pero ¿te escucharon de verdad? Aunque esta escena parece simple (o incluso cómica), es un espejo muy claro de lo que pasa a diario en nuestras interacciones personales y peor aún, en el entorno profesional.
Escuchar mal no sólo deteriora las relaciones, también afecta tu reputación. Porque sí: tu manera de escuchar influye directamente en tu imagen pública.
Muchos creen que saber escuchar es simplemente no interrumpir, asentir con la cabeza y repetir lo que oyeron, pero los estudios dicen otra cosa: una investigación con más de 3 mil 400 directivos reveló que los mejores escuchadores, aquéllos que realmente marcan diferencia, hacen mucho más que eso.
Un buen escuchador no es quien absorbe pasivamente: es quien transforma la conversación. Son como trampolines: te reciben, te impulsan y te devuelven con más claridad, energía y dirección.
Algunas de las cualidades clave de los grandes escuchadores son: formulan preguntas inteligentes que ayudan a entender mejor el tema; elevan la autoestima del otro, haciendo que la conversación sea una experiencia positiva.
Colaboran, no compiten: no escuchan para debatir o corregir, sino para construir; hacen sugerencias útiles, pero sólo después de haber generado conexión y confianza.
Lo dice la ciencia
Desde la neurociencia y la semiótica, sabemos que más del 80% de lo que comunicamos no es verbal: la postura, los gestos, la atención real (sí, eso incluye dejar el celular a un lado) son señales potentes; escuchar con los ojos también cuenta.
En el fondo, cuando escuchas activamente, lo que el otro percibe no es sólo atención, sino validación, respeto y empatía; eso te posiciona como alguien confiable, con liderazgo y sensibilidad, activos clave para tu imagen pública en cualquier entorno de negocios.
Una buena imagen pública no sólo depende de cómo hablas o te vistes. También, y sobre todo, de cómo haces sentir a los demás y ahí, la escucha activa se convierte en una herramienta poderosa porque cuando alguien se siente verdaderamente escuchado por ti, inevitablemente te asocia con cualidades como inteligencia emocional, liderazgo y profesionalismo.
Y tú, ¿cómo escuchas? La próxima vez que alguien te hable, pregúntate: ¿Estoy actuando como una esponja… o como un trampolín? Porque en el mundo de los negocios (y de la vida), quienes realmente escuchan no sólo entienden mejor: también lideran mejor.
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