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La pandemia de 1918, La más grave en la historia hasta hoy

La gripe española de 1918 duró solo unos meses, pero causó la muerte de aproximadamente 50 a 100 millones de personas en el mundo, entre estas 675,000 en EE.UU.

La pandemia de 1918, La más grave en la historia hasta hoy

Antes de que los científicos identificaran el virus de la influenza en 1933, la comunidad médica tenía mucho menos conocimiento de cómo se propagaba la gripe y cómo tratar a los infectados.

La gripe española de 1918 duró solo unos meses, pero causó la muerte de aproximadamente 50 a 100 millones de personas en el mundo, entre estas 675,000 en EE.UU.

Era casi el fin de la Primera Guerra Mundial, lo que causó que la pandemia se propagara rápido entre los soldados que vivían en espacios reducidos.

De manera equivocada, algunos atribuyeron el brote a todo, de erupciones volcánicas a la avena rusa contaminada, según Jeremy Brown, autor de Influenza: The 100-Year Hunt to Cure the Deadliest Disease in History.

Muchos países censuraron los informes de noticias durante la Primera Guerra Mundial, especialmente la información sobre la pandemia. Debido a que España era un país neutral, su prensa era libre de informar sobre la propagación mortal de la influenza; de ahí surgió el nombre de la gripe española.

Los científicos tienen opiniones divididas con respecto al lugar de origen del virus; las tres posibilidades son Kansas, Francia y China.

Los desfiles y otras reuniones públicas grandes eran comunes, lo que contribuyó a la propagación de la gripe. Trabajadores de municiones en Washington D.C. hacen fila para un chocolate caliente.

Los soldados convalecientes se ubicaban a un brazo de distancia unos de otros en las enfermerías, separados por poco más que una sábana, lo que aumentaba la propagación de la gripe española. Estos pacientes se alojaban en Eberts Field en Lonoke, Arkansas, porque no había espacio en el hospital.

Los funcionarios públicos de salud se reunieron en Chicago para abordar la epidemia, que en ese momento ya había causado la muerte de 400,000 personas en tres meses. Los expertos estuvieron de acuerdo en que lo que transmitía la enfermedad se encontraba en la mucosidad de la garganta, nariz y boca. Como medida preventiva, se le recomendaba al personal militar hacer gárgaras con agua y sal.

Los hospitales estaban llenos y ofrecían opciones limitadas de tratamiento. Todavía no se habían descubierto los antibióticos para tratar infecciones bacterianas que eran secundarias y que, normalmente, acompañaban a la gripe. En Fort Porter, Nueva York, las camas se invertían para que los pacientes no respiraran en las caras de los demás.

Las mascarillas hechas de gasa se usaban ampliamente, pero no ofrecían mucha protección. No obstante, estos trabajadores de la Cruz Roja en Boston ensamblaban mascarillas. "Nuestro deber es evitar que las personas sientan miedo", dijo el comisionado de salud de Chicago. "La preocupación mata a mas gente que la epidemia".

A medida que la enfermedad se propagaba, los funcionarios médicos (arriba, en Love Field, Dallas) rociaban las bocas y gargantas de 800 hombres saludables a diario con una solución de dicloramina-T, un desinfectante. Pero cuando compararon su tasa de influenza con la de 800 hombres no tratados, se decepcionaron al descubrir que "durante un período de veinte días, la incidencia era la misma en ambos grupos", según un informe de salud pública.

 Se pensaba que mantener las ventanas abiertas frenaba la propagación de la gripe española. Este volante en un tranvía en Cincinnati promovía la práctica, que se hacía por todo el país.

Funcionarios judiciales en San Francisco celebraban procedimientos afuera, con esperanzas de que el aire libre previniera infecciones.

Era una epidemia realmente mundial; 100 soldados estadounidenses fueron enterrados en Devon, Inglaterra, donde fallecieron a causa de la enfermedad.

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