¿Así debe ser una mujer?
Algunos de los atributos de género que se nos han asignado a las mujeres en las sociedades occidentales, al igual que en el mundo islámico y también en otras geografías culturales, son los siguientes:
1. MUJER
Etimológicamente hablando, este término deriva del latín mollities. Fue creado en el siglo I de nuestra era por un filósofo estoico romano llamado Séneca. Con esta palabra se designaba a las personas "crudas, incompletas, pálidas, débiles, pusilánimes, pasivas, carentes de fuerza de voluntad y autocontrol". El término fue incorporado a todas las provincias romanas, incluidas Hispania (España), y cuando ésta fue dominada por los árabes, el término se incorporó a los vocablos mozárabes, sólo que como no podían pronunciar la 'LL', fue sustituida por la 'J'. La palabra resultante fue "mojer" y, al castellanizarse, se transformó en mujer.
2. SUMISA
Quiere decir "por debajo de". Término que proporciona San Pablo en el Nuevo Testamento: "La mujer deberá estar por debajo del varón, que es quien la manda y la domina". Aristóteles decía: "El varón es por naturaleza superior; la mujer, inferior. Uno domina; la otra es dominada. Este principio de necesidad se extiende a todo el género humano".
3. FEMENINA
Término que significa "menos fe". La definición fue acuñada tanto por San Agustín como por Santo Tomás de Aquino. El primero decía: El esposo tiene que hacer el amor sin desearlo porque, si lo hace con deseo sexual, ello habla de su lejanía con Dios.
La Caridad Conyugal conlleva a una coupulatio honesta, en la que no hay placer ni pasión. Pues adulterio es, incluso, amar a la mujer con demasiada pasión". En los matrimonios de la época, sólo se daba la bendición a la mujer, pues con ello se le "humanizaba". Ya que el hombre era "imagen y semejanza de Dios", no lo necesitaba.
4. ABNEGADA
Palabra que significa "negarse a sí misma". Lo dijo santo Tomás de Aquino: "La mujer no cuenta por sí y para sí, sino por y para los demás". Se nos ha hecho creer que debemos estar listas y solícitas como madres, esposas, novias, amantes, amigas o compañeras de trabajo, en el nivel que se requiera y en el momento preciso. Y claro, de manera amable y jovial, ya que se trata de consolidar una imagen de "buena mujer".
5. SUFRIDA Y SACRIFICADA
Aguantarlo todo parece ser la norma. Ésta y otras características se han conjuntado para formar el "Síndrome de la Mujer Sufrida", también conocido como hembrismo, maternalismo o marianismo, que consiste en un culto a la supuesta "superioridad espiritual" femenina, que enseña que las mujeres, en este campo, somos mejores y más fuertes que los hombres. Esto conduce a no evitar el sufrimiento, sino a luchar por hacerlo evidente.
Se trata de una condición caracterizada por la dependencia extrema, el conformismo, la falta de imaginación y la timidez, en la que existe una subordinación a los hombres; la capacidad de decisión se encuentra atrofiada. Por otra parte, es curioso observar cómo se perpetúa esta "superioridad espiritual" a conveniencia, ya que históricamente las mujeres no hemos accedido a puestos de poder en la jerarquía eclesiástica. ¿Cuál es, entonces, el sentido de la supuesta "superioridad espiritual"?
6. COQUETA
Del francés còque (gallina). Es decir, caminar en una forma sugerente y seductora; pavonearse o contonearse como el supuesto movimiento cadencioso de una gallina al andar. Parecería, entonces, que las mujeres tenemos la obligación de ser bellas, estar maquilladas, lucir bonitas, impecables y arregladas en todo momento.
La función de todo esto suele ser producir placer para el hombre; no resulta extraño que la mujer sea considerada un "adorno" o un símbolo de poder. Sólo se concibe la feminidad en términos de su relación con el hombre, y no como una cualidad en sí misma.
Por consiguiente, la norma social dicta que una mujer no puede ser femenina cuando está sola, pues no tiene en donde reflejar su feminidad y, a la vez, debe ser recatada. Por lo tanto debe ser coqueta, pero decente; mostrar su cuerpo, pero con recato; ser sexy, pero no demasiado.
7. OBEDIENTE
La acepción en latín significa "dirígete hacia las cosas". Esto podría implicar lo siguiente: haz lo que escuches que debes hacer. Se nos ha enseñado a obedecer siempre, ya sea al padre, a los hermanos, al novio, al amigo, a los compañeros de trabajo, al esposo, a los hijos e incluso a los nietos.
Con el paso del tiempo encontramos que muchas mujeres nunca fueron ellas mismas. Tanta y tan grande es la dependencia que, al casarnos, perdemos el apellido materno (que de por sí siempre es secundario) y pasamos a ser "la señora de..." y, al morir el cónyuge, "la viuda de...". ¿Cuándo seremos nosotras mismas?
8. LIMITADA
Cicerón escribió: "La mujer es débil de intelecto". Filón de Alejandría dijo: "La mujer es irracional y afín a pasiones, temores, intrigas y placeres". Así, lo importante es que seamos guapas y ostentemos un cuerpazo, pero que no pensemos u opinemos demasiado.
¿Estudiar? De acuerdo, pero algo "para mujeres", es decir, actividades que impliquen entrega, sacrificio, ser y estar para los demás. ¿Cuántas mujeres, en comparación con los hombres, conocemos que estudien ciencias físico-matemáticas, ingeniería, actuaría, arquitectura u otras disciplinas afines? Esas son "carreras para hombres".
9. FIEL Y CASTA
Implica abstinencia sexual irrestricta fuera de la pareja formal y única. Implica fe (de ahí deriva fiel), y castrar (de ahí proviene casta). Generalmente, ambas ocurren por imposición, no por convicción: fe por la fuerza.
Marco Aurelio dijo: "Una esposa virtuosa debe morir antes de ser infiel a su marido. Una esposa no debe evitar ni poner objeciones en ningún caso, y bajo ninguna circunstancia, cuando su marido comience a hacerle el amor; pero tampoco debe ser ella quien empiece". Conclusión: no se puede negar y no puede pedir.
10. VIRGEN Y MADRE
Estos son, quizá, los dos atributos más deseables. De hecho, lo femenino se identifica con lo maternal; luego, ser mujer es ser madre. Los atributos de una madre son iguales a los de una mujer. Ser madre es referente de identidad de todo el género femenino.
Primero a la niña y luego especialmente a la joven, se le inculca que debe cuidarse y "darse a respetar" en función de su "valor supremo", es decir, su virginidad, pues ahí radica su "dignidad". La niña o la joven lo introyecta y asume; más adelante, la sociedad festeja lo máximo a lo que puede aspirar una mujer en cuanto a su realización personal: ser madre.
Pero, para serlo, tiene que "perder eso" que le dijeron que era "lo más importante". Resultado: diversos grados de conflicto. Como es un sacrificio no lo evita, lo acepta y asume como tal. La sexualidad, por lo tanto parecería que implica una fórmula poco atractiva: deber + culpa, pero muy pocas veces (o casi nunca) placer.
Una "mujer decente", según algunos prejuicios, no debe buscar, asumir o disfrutar del placer sexual porque, entonces no será bien visto en una sociedad tradicional. Gracias a esto (al menos en parte) el 67 por ciento de las mujeres mexicanas casadas, con hijos y con una vida sexual activa, son anorgásmicas, pues han aprendido que el placer "no está bien" para ellas.
Finalmente, a aquellas mujeres que no deseen ser madres, las sociedad las llamará casi con toda seguridad antinaturales, solteronas, frustradas, amargadas, incompletas y un largo etcétera.
Parecería, entonces que para estar "completa", la mujer tendría que ejercer la maternidad, aun cuando no la desee. He ahí la diferencia entre una opción, que se vale como tal, y un deber ser socialmente impuesto y perpetuado. No es natural ser madre, es una alternativa; ni la única ni la mejor.
Esto es algo muy importante, pues determina la manera en que deseamos ser y estar. La novelista francesa, Simone de Beauvoir, dijo: "Lo más escandaloso que tiene el escándalo es que una se acostumbra". Así que no nos acostumbremos a que estas trampas históricas construyan nuestra identidad.
Aunque parezca una novela, todo lo anterior no es una invención feminista ni una alusión a épocas remotas, desgraciadamente ocurre a diario con millones de mujeres, incluso en aquellas liberadas y contemporáneas que opinan que la opresión es cosa antigua. Cierto, es necesario matizar, pero también subrayar que algunas de estas trampas en la construcción identitaria de la mujer se dan en todos los espacios y ambientes sociales. A veces este cúmulo de situaciones parece inexistente, aun cuando, de manera sistemática, el poder masculino lo promueve. Y muchas mujeres lo aceptan. Procede, ahora, la reflexión. Hay mucho que decir en cuanto a las propuestas de género.
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