¿Un tic es sinónimo de un TOC (trastorno obsesivo compulsivo)?
Son rituales absurdos que repiten una y otra vez, como ordenar los objetos de una manera obsesiva, tocarse la punta de la nariz con todas las yemas de los dedos, entrar al elevador apagando y encendiendo la luz, o lavarse las manos constantemente. Y no pueden dejar de hacerlo, empeora aún más cuando quedan en evidencia… Entonces, comenzamos a pensar asustados qué le puede estar sucediendo al niño.
Hoy se habla mucho del trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y nos preguntamos si estos síntomas podrían estar relacionados con ese síndrome. Sin embargo, la licenciada Adriana Martínez, psicoanalista y coordinadora asistencial de la Fundación Buenos Aires, subraya una clara diferencia acerca de lo que podríamos llamar TOC dentro de la psiquiatría, en el que hay un conjunto de síntomas graves que podrían estar relacionados hasta con una psicosis, y otras conductas estereotipadas o rituales que se encuentran dentro de lo esperable, en el terreno de las neurosis, durante el crecimiento. “Se trata de síntomas obsesivos y aislados que no suelen aparecer antes de los 5 años, en la etapa de latencia, es decir durante la escuela primaria. Porque el pequeño está bajo ciertas presiones, miedos o cambios que lo están preocupando y necesita organizar su psiquismo”, explica la profesional. “Muchas veces los niños se sienten afectados por cosas que los adultos ni imaginamos. Porque ellos son muy receptivos y sensibles, y están observándonos todo el tiempo”. Y agrega que, más allá de que estas manías sean comportamientos inútiles y algo ridículos, ellos no pueden dejar de hacerlo porque se sentirían incómodos y se angustiarían.
En cambio, si hablamos de trastorno la diferencia se nota cuando comienza a obstaculizar su vida cotidiana o la de su familia.
No hay que preocuparse sino ocuparse
En general, se trata de síntomas obsesivos transitorios, el psiquismo de los chicos pone un mecanismo de defensa a través de estos rituales. Pero los padres a veces nos sentimos avergonzados y hasta preocupados cuando nuestros hijos actúan de esa manera absurda; muchas veces, intentamos corregirlos pero las cosas parecen empeorar.
¿Cómo tendríamos que actuar?
“No hay que remarcárselos demasiado ni tampoco ignorarlos”, advierte Martínez. “Porque cuanto más los perseguimos, más se fijan los síntomas”. Por otra parte, comenta que si los reprendemos o les preguntamos por qué lo hacen seguramente no van a saber qué contestar. “Si lo recalcamos tiende a instalarse; en cambio, si no nos desesperamos por lo general vienen y se van”. Ella asegura que, en estos casos, los síntomas se disuelven a medida que van creciendo, especialmente en la pubertad, cuando comienzan a salir del ámbito familiar y las cosas se van organizando de otra forma.
Pero, ¿cómo podemos darnos cuenta, antes de que sea tarde, si se trata de un problema o simplemente de una conducta pasajera?
“Nos tiene que llamar la atención cuando lo hacen cada vez más seguido o si los interrumpimos y vemos que se desbordan (rompen en llanto, hacen berrinches, se irritan por demás), si no pueden cambiar de tema o si comienzan a aparecer otros síntomas. Es decir, si el tema empieza a cobrar relevancia en su vida cotidiana y se instala”. Hay actos que son más inocuos que otros. Pueden estar relacionados con las dificultades dentro del círculo íntimo o dentro del público. Pero si dejamos que los síntomas empeoren podríamos exponer a los chicos a la burla de los demás.
Según la psicoanalista, ese es el momento en el que hay que acudir en busca de ayuda, para que el profesional pueda diagnosticarlo y ver si está dentro de los parámetros esperados; o puede haber circunstancias ajenas al niño que provoquen determinada sintomatología. Porque hay que recordar que cada caso, cada chico y cada familia es única y particular.
Por otra parte, postergar este tipo de problemas lleva a que la situación se agrave. Porque suele complicarse más adelante, durante la adolescencia o la pubertad, cuando hay una dicotomía entre el cuerpo que crece y la inmadurez. Esto podría empeorar en el momento en que se presentan los cambios hormonales, la sexualidad, cuando los padres dejan de ser los ídolos. “Ya de por sí, en esa etapa están atravesando una crisis, y si además le sumamos estos síntomas por no haberles prestado atención antes, es probable que se agudicen”.
Por último, la profesional aconseja a los padres: “No hay que tener temor o vergüenza de hacer una consulta. El buen terapeuta de niños primero tiene una entrevista con los padres para ver si es necesario que haga un tratamiento. Por otra parte, ellos no quedan expuestos, ya que son espacios amenos, de juego, en los que hay mucha libertad para que se expresen y se sientan cómodos”.
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