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Sergio Rascón, el artista libre

Se cumple un año de la muerte del caborquense, quien dedicó su vida a su único y gran amor: La pintura 

Sergio Rascón vivió en completa libertad, desapegado a todo lo material, y entregado a una sola cosa en su vida: Pintar.

Fue un día como hoy, pero del año pasado, que Sonora perdía a uno de los mejores artistas plásticos de la entidad, pero que ahora vive en todo un legado de pinturas y arlequines que, pocos saben, pero deben tener en la pared de su casa.

Nadie se imagina dónde encontrarán un Rascón en Sonora. Un conocido, un amigo, quien sea, pero es seguro que tienen uno. Él siempre tuvo esa terquedad por vender sus obras, así fuera en 100 pesos, porque quería que la gente conociera su arte”, dijo un familiar de Sergio desde su natal Caborca, Sonora.

“Se levantaba, ponía música, se instalaba en su estudio y se ponía a pintar. A las dos de la tarde salía a vender todos los días una pieza, esas las hacía como para diario y llenó a Caborca de arlequines, y por las tardes trabajaba en algo personal o un encargo que le dejaran”, continuó.

Su familia describe a Sergio como alguien rebelde, insurrecto, a la defensiva, pero de trato profundamente cálido con quien llegara a saludarlo. Un erudito que sólo vivía para pintar, para leer…y nada más.

“Nunca dejó de pintar. Siempre nos encargamos de sus propiedades, de mandarle dinero. Él no supo de pagar cuentas o de comprar su propia ropa. Llegaba a Caborca con una revista en la mano. Se iba con maletas y se iba sin maletas. No tuvo hijos, no se casó. Aparte de comer, leer y pintar, nunca hizo nada más”, comentó.

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Titulado de la carrera de ingeniería química en tecnología de alimentos, dejó todo para dedicarse a la pintura y tras vender un terreno familiar, se fue a Europa donde regresaría fuertemente influenciado por el trabajo de Picasso, algo que se vería reflejado en su obra.

“Tenemos tintas chinas del 76 en adelante con influencias muy fuertes de Picasso. A veces pintaba en papel bond, y lo que hacía era que llenaba su mano con tinta y luego la ponía sobre el papel para empezar a formarla, así, sin pinceles”, recordó.

A un año de su partida, amigos y familiares cercanos a Sergio Rascón se quedaron con una poderosa enseñanza por parte del artista: Vivir en libertad.

“Dejó mucha enseñanza de lo que es vivir en libertad, desapegado de las cosas materiales y disfrutar la vida. Él vivió como quiso, contra lo establecido, por así decirlo, de una manera muy poco cotidiana, y creo que eso fue lo que hizo de su arte algo tan especial, lo que lo convirtió en un artista por completo”, reflexionó.

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La edición 32 del Festival Alfonso Ortiz Tirado homenajeó a Sergio Rascón en la Ruta del Arte con una exposición que recorrió desde sus primeras incursiones en el arte hasta las obras más representativas de su técnica estética.

De alguna manera, quería plantearle al espectador, no solamente las técnicas por donde ahondó la exploración estética de Sergio, sino mucho de sus elementos conceptuales, discursivos y narrativos a lo largo de su producción”, dijo Octavio Avedaño, curador de la exposición.

Desde tintas chinas que datan de 1980 hasta los característicos arlequines de Sergio, las obras muestran la capacidad dibujística del sonorense, donde revelan los tema que estarían presentes a lo largo de toda su trayectoria, principalmente la sexualidad.

“En estos dibujos vemos su gusto e interés por el psicoanálisis y toda la conceptualización arquetípica que él hizo alrededor de la sexualidad, y toda la relación psicológica que parte de ella. No son de corte erótico, sino de un corte antropológico, pinturas densas en su composición, en sus campos de color, sus narrativas, sino densas en términos conceptuales”, comentó.

“Sergio tenía una fijación por los ojos. Quizás la parte más elaborada es la mirada. Era un amante de la belleza, y al mismo tiempo iba contrapelo de la propia belleza”.

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También la crítica social sería una constante en el trabajo de Sergio, especialmente sus arlequines que, de acuerdo a Octavio, aludían a personajes de poder social.

“Muchos de ellos eran gobernadores, presidentes municipales, figuras de poder en general, del contexto social de lugares donde vivió. Los arlequines jugaban una especie de comodín para algunas veces criticar a estas figuras y otras tantas para representar y modelar personajes que lo cautivaban”, opinó.

De acuerdo a Ocaña, lo que más caracterizó a Rascón fue su libertad y su rebeldía a convertirse en un artista institucional.

“Sergio era un crítico del sistema y de la vida misma. El simple hecho de ser un personaje que iba a la deriva por las calles, el socializar el arte de alguna manera educando a la gente, para que todos tuviéramos un Sergio Rascón, con esta manera tan subversiva de recoger objetos cotidianos y pintarlos, está implicado con la obra. Por eso es, sin duda, el padre del arte contemporáneo en Sonora”.

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SERGIO SE CONVIENTE EN LEYENDA

Como un artista que fue reconocido después de su muerte, es como Rubén Matiella describe a Sergio Rascón.

El exdirector del Museo de Arte Sonorense (Musas) se declara un coleccionista del trabajo de Rascón desde hace 15 años, haciéndose de un gran acervo y conocedor de su obra.

Muy a su pesar, dijo, las obras del artista fueron más apreciadas de forma póstuma, mas no lo lamenta del todo, pues sabe que el propio Rascón eligió ese camino.

“Él me lo dijo: ‘Cuando yo me muera se va a apreciar mi trabajo, se va a entender lo que amo’. Y creo que tenía razón, ¿por qué? Porque así él lo eligió”, destacó.

“Sin duda los estudiosos se interesaron mucho en él, y sin duda va a terminar siendo, en su debida proporción, y a partir de su muerte, en una leyenda. Es triste pero el destino de los genios es así”.

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Y nuevamente, a Rascón lo describió como desprendido de la vida y con una compulsión por crear a todo momento.


“Fue extremadamente creativo. Era un hombre que todo el tiempo tenía la necesidad de crear, dibujar, pintar...no paraba. Él eligió desprenderse de sí mismo para entregarse totalmente a lo que pensó era su misión de vida y vocación, que era el arte”, opinó Rubén.

“Vivía de una forma libre, despojándose de muchas ataduras, de cualquier interés económico, para llegar a la búsqueda de la iluminación y el tope de su creatividad”.

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