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Mientras en México a penas va hacia una jornada de 40 horas, Brasil redujo su jornada de 48 a 44 horas semanales en 1988 y avanza hacia una semana de 4 días laborales

México sigue estancado en el debate de reducir la jornada laboral a 40 horas semanales, una meta que otras naciones latinoamericanas superaron hace décadas.

Mientras en México a penas va hacia una jornada de 40 horas, Brasil redujo su jornada de 48 a 44 horas semanales en 1988 y avanza hacia una semana de 4 días laborales

CIUDAD DE MÉXICO.-La discusión en México para modernizar su ley laboral y reducir la jornada a 40 horas semanales, un estándar que varias naciones latinoamericanas adoptaron hace décadas, palidece ante los nuevos y audaces pasos que ya están dando países como Brasil, que no sólo implementó una reducción hace 36 años, sino que ahora debate la vanguardia: la semana laboral de cuatro días.

El contraste Latinoamericano: México en el semáforo rojo

Mientras el Congreso mexicano sigue posponiendo la votación de una iniciativa para reformar la Ley Federal del Trabajo y reducir la jornada de 48 a 40 horas semanales, un análisis regional evidencia una clara desventaja. La discusión en México, aunque vigente, se centra en un objetivo que para gran parte de la región es historia antigua.

El caso más emblemático de este contraste es Brasil. Mientras en México se vivía el proceso de la elección presidencial de 1988, los brasileños aprobaban una reforma constitucional que consagró la reducción de la jornada laboral de 48 a 44 horas semanales. Ese cambio, hace 36 años, sentó las bases para una cultura laboral más moderna que hoy les permite dar el siguiente salto.

Hoy, el debate en el gigante sudamericano no es sobre las 40 horas; ese capítulo está superado. La discusión política y social ahora gira en torno a un proyecto de ley que busca implementar la semana laboral de cuatro días, manteniendo el mismo salario. La propuesta, que ya ha ganado apoyo en la Cámara de Diputados, plantea una transición gradual para que las empresas adapten sus modelos de negocio.

La advertencia de la OIT: Beneficios con precaución

Este impulso internacional por jornadas más cortas no es infundado. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha documentado en su estudio “Reducción de la jornada laboral: evolución global y desafíos para América Latina” resultados positivos en experiencias de cuatro días: mejora en la salud mental y física de los trabajadores, aumento de la productividad, reducción del ausentismo y mayor retención de talento.

Sin embargo, el organismo es cauteloso. Advierte que estos éxitos suelen darse en sectores o empresas específicos y que generalizarlos a toda una economía nacional requiere un diseño cuidadoso. La OIT señala que para que una transición así funcione, se debe considerar el contexto macroeconómico, ser gradual, estar acompañada de políticas complementarias y, crucialmente, ser el resultado de un verdadero diálogo social entre gobierno, empresarios y trabajadores.

La demanda local: Un grito que no alcanza a escucharse

Frente a este panorama global, la presión ciudadana en México se intensifica. Colectivos como el Frente por las 40 Horas se han manifestado frente al Congreso para exigir que las iniciativas “no sólo queden en el tintero”. Critican que los foros de consulta del gobierno han sido limitados y opacos, realizados en recintos privados sin una participación ciudadana amplia.

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Señalan con frustración que una iniciativa para reducir la jornada se presentó en el sexenio anterior y quedó pendiente, y que la promesa de retomarla en la nueva administración aún no se materializa en acciones concretas. Su demanda, aunque parece modesta comparada con la de Brasil, representa un primer paso esencial para que México no quede completamente desconectado de la revolución laboral del siglo XXI.

¿Rezagados o estancados?

La brecha entre México y países como Brasil es más que numérica; es una brecha de visión y ambición legislativa. Brasil redujo su jornada hace 36 años y hoy mira hacia el futuro de la organización del trabajo. México, en cambio, sigue estancado debatiendo una reforma básica que lo pondría, en el mejor de los casos, a la par de estándares regionales de finales del siglo XX.

El avance de Brasil hacia la semana de cuatro días sirve como un espejo incómodo que refleja no sólo lo lejos que está México, sino la velocidad a la que se está quedando atrás. La modernización laboral ya no es un lujo, es una necesidad para ser competitivo y atraer talento, dicen expertos. El riesgo para México ya no es sólo llegar tarde a la fiesta de las 40 horas, sino perderse por completo la próxima revolución laboral.

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