La Masacre de Múnich: cuando el terrorismo llegó a los Olímpicos
Los Juegos de 1972 se tiñeron de negro cuando un atentado terrorista dejó un saldo de 17 personas muertas, once de ellos deportistas.

Respeto, amistad y excelencia son los valores que representan el Olimpismo. Estos se encuentran plasmados en la Carta Olímpica, documento que guarda los códigos y reglas que rigen cada una de las competencias organizadas por el COI.
Y es que como cada cuatro años, los Juegos Olímpicos buscan dar un mensaje de unión y hermandad entre las naciones participantes. Sin embargo, no siempre se logra llegar a ese ideal pensado por el barón Pierre de Coubertin, padre de la justa continental.
Tal es el caso de Munich 1972, la vigésima edición del evento, en la que participaron 121 países con 7,134 atletas, las primeras olimpiadas que contaron con una mascota: Waldi, un perrito salchicha.
Lo más destacado fue que el nadador estadounidense Mark Spitz rompió el récord de más medallas de oro ganadas en una sola competición con siete, marca que más adelante en Beijing 2008 rompería su compatriota Michael Phelps.

México, por su parte, tuvo como único medallista a Alfonso Zamora, quien obtuvo la presea de plata en boxeo, en la categoría de 54 kilogramos.
Pero lo que robó la atención de estos juegos fue la ‘Masacre de Munich’: atentado en el que un grupo de terroristas, de nombre ‘Septiembre Negro’, asesinó a once miembros de la delegación de Israel que se encontraban en la Villa Olímpica.

Debido al pasado nazi del país sede, donde los juegos de Berlín 1936 fueron una exhibición del régimen de Adolf Hitler, los organizadores de esta edición optaron por mostrar un ambiente abierto y amistoso.
Esto derivó en una deficiente seguridad para los atletas y entrenadores que se hospedaron en la villa, porque podían entrar y salir sin que mostraran ninguna identificación e incluso varios podían brincarse el cerco para acceder.
Los delincuentes se aprovecharon de esta situación y lograron ingresar disfrazados como deportistas canadienses.
La noche 5 de septiembre, durante la segunda semana de competencias, ocho hombres fuertemente armados entraron al edificio donde se encontraban los atletas, tomando dos departamentos durante la madrugada de ese día.
En el primero de los dormitorios se encontraban los oficiales y entrenadores Yossef Gutfreund, Amitzur Shapira, Kehat Shorr, Andrei Spitzer, Yacov Springer y Moshe Weinber. En el otro, dormían los luchadores y levantadores de pesas Eliezer Halfin, Yossef Romano, Mark Slavin, David Berger y Zeev Friedman.
Durante la invasión, hubo un enfrentamiento que resultó en la muerte de Weinber y Romano, mientras que los otros nueve hombres fueron tomados como rehenes por los delincuentes, quienes exigían la liberación de 234 presos palestinos de cárceles israelíes.
Vivimos todo muy de cerca porque el edificio de los israelíes estaba atrás de nosotros. Era sólo darle la vuelta a nuestro edificio y estábamos allí. Escuchamos los disparos del edificio de atrás pero jamás nos imaginamos que fuera eso”, recordó Pedro Aroche, marchista mexicano que participó en dichos juegos.
Lamentablemente, la combinación del plan de escape de los terroristas y una mala estrategia por parte de las autoridades alemanas provocaron que se desatara la tragedia.
Y es que los juegos de 1972 fueron la segunda justa continental trasmitida mundialmente, y por lo menos 900 millones de personas vieron desde su televisión el horror vivido en la Villa Olímpica.

Incluso Spitz dejó Múnich antes de lo programado, pues al ser judío, se pensaba que podría ser secuestrado por los palestinos. Se dice que fue escoltado por un conjunto de Marinos de Estados Unidos.
‘Issa’, alias del líder de Septiembre Negro, exigía un avión para volar hacia Medio Oriente junto a sus compañeros y los rehenes. La policía alemana “aceptó’ sus condiciones, acordando trasladar al grupo en helicópteros a base aérea de Fürstenfeldbruck, donde había un Boeing 727 que los trasladaría a El Cairo, Egipto.
Una vez ahí, los secuestradores fueron sorprendidos en el hangar por un grupo de francotiradores, quienes, inexpertos, no contaban con que eran superados en número. Después de un tiroteo que duró alrededor de una hora, murieron los nueve israelíes, cinco de los ocho terroristas y un policía alemán.

En un principio, la información difundida era contradictoria, pues primeramente los medios de comunicación anunciaban que se había rescatado con éxito a los atletas cautivos, pero al pasar la medianoche, Hans Klein, jefe de Prensa de los Juegos Olímpicos, declaró que esas noticias eran “demasiado optimistas”.
La mañana del 6 de septiembre, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, encabezó una ceremonia para conmemorar a las víctimas del horrible atentado en contra de los deportistas, sin embargo, su discurso causo gran polémica, pues su mensaje, más allá de mencionar a los fallecidos, hizo énfasis en la fuerza del movimiento olímpico.
Fueron 80 mil espectadores y 3 mil atletas los que asistieron al memorial en el Estadio Olímpico.
Había que llevar una corona de luto al Estadio Olímpico; cada delegación lo hizo como homenaje general de todos los países. Nos tocó vivirlo muy de cerca, pero los Juegos no se suspendieron”, recordó el mexicano Aroche.
“Los Juegos deben continuar” fue la frase que provocó la molestia de muchos, pues consideraban que se debían cancelar el resto de las competencias, que únicamente fueron interrumpidas por 34 horas.
El mismo día del memorial, el resto de la delegación Israelí se retiró de las competencias y abandonaron Alemania; los demás deportistas judíos fueron resguardados por elementos de seguridad.
Cuatro años después, en los juegos de Montreal 1976, Israel conmemoró a sus compatriotas fallecidos durante la Ceremonia de Apertura con un moño negro alrededor de su bandera.
Actualmente, existe un monumento que conmemora a las víctimas de la Masacre de Múnich en el Parque Olímpico de la ciudad alemana.

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