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Exponen a la FIFA por “agringar” el futbol

Jugadores quemados al sol, estadios vacíos y migrantes atemorizados: así se vivió el Mundial de Clubes que muchos ya llaman una simple trampa de consumismo americano.

Exponen a la FIFA por “agringar” el futbol

Aficionados, jugadores y técnicos no se quedaron callados tras el término del primer Mundial de Clubes de la FIFA con formato de 32 equipos, dejando un sabor amargo para buena parte de la comunidad futbolística internacional. Lejos de ser una celebración global del deporte, el evento ha sido señalado como un nuevo paso de la FIFA para “agringar” el futbol, adaptándolo a los gustos del público estadounidense a costa del bienestar de los futbolistas.

Uno de los principales focos de crítica provino de jugadores y técnicos europeos, quienes reprobaron el torneo por reducirles un mes de vacaciones en un calendario que ya de por sí se encuentra sobrecargado.

A nivel de espectáculo, la organización apostó por un show de estilo 100% norteamericano.

Desde el inicio, los jugadores fueron presentados como en la NBA.

Sin embargo, el mayor contraste se vivió en las tribunas casi vacías. El público estadounidense promedio no conecta con el futbol como lo hace con otros deportes, y los latinos —que históricamente abarrotan cada torneo organizado por la Concacaf en Estados Unidos— esta vez no asistieron por temor: el campeonato coincidió con uno de los periodos más tensos de la ley migratoria de Donald Trump, donde agentes del ICE se han dedicado a “cazar” indocumentados e incluso turistas, varios de los cuales fueron arrestados por error. Aunque el ICE irrumpió en trabajos, iglesias y escuelas, no lo hizo en los estadios para no afectar el negocio de la FIFA. Aun así, la desconfianza estaba sembrada.

La FIFA intentó maquillar el fracaso en taquilla bajando el precio de los boletos de 473 dólares a solo 13 dólares, pero ni así logró llenar las gradas de recintos que se sentían tan fríos como el concepto del torneo.

El evento también dejó momentos surrealistas. Jugadores de la Juventus fueron llevados a la Casa Blanca, donde terminaron sirviendo de fondo para que Donald Trump hablara de atletas trans y armas nucleares desde la oficina oval.

El momento cumbre del “sportswashing” se vivió en la entrega del trofeo al Chelsea, que venció al PSG en la final. Trump, junto a Gianni Infantino, presidente de la FIFA, debía limitarse a entregar el galardón, pero el mandatario no abandonó el podio como dictan los protocolos y se robó el show, posando en la fotografía del festejo como si él hubiese ganado la copa.

Para muchos, este Mundial de Clubes se sintió artificial, más cerca de un parque temático de selfies y consumo masivo que de una genuina fiesta futbolística. Y esto, advierten, es solo el comienzo. El próximo Mundial de naciones se jugará en Estados Unidos, compartido con Canadá y México, pero la mayoría de los juegos se disputarán en territorio estadounidense, bajo la presidencia de Trump. Como mensaje claro de esta nueva era, la FIFA ya mudó sus oficinas a Miami, dejando atrás Suiza tras décadas de historia.

Mientras los reflectores apuntan a la Copa Mundial 2026, críticos aseguran que la FIFA está transformando el ADN de un deporte que siempre ha sido patrimonio del mundo en un evento exclusivo de marketing.

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