Violencia machista
Muchos hombres no lo quieren ver. Muchos papás se molestan con que las mujeres denuncien esa violencia que viene de nosotros.
¡Pu...!, gritaban algunos de los agresores mientras pateaban los cuerpos inertes de hombres desnudos o semidesnudos en el piso. ¡Pu...! El mismo grito que la afición mexicana defiende para "apoyar" a la Selección Mexicana, a pesar de que se les ha dicho hasta el cansancio que es un grito homofóbico y profundamente violento. Los brutales hechos que vimos en el estadio de Querétaro son inaceptables y han provocado discusiones importantes en torno a la violencia que vivimos, el papel de los hombres en ejercer esa violencia, la normalización de esta, así como en la desinformación en las redes sociales.
Una de las hipótesis más factibles en torno al origen de la violencia del fin de semana tiene que ver con que fue el crimen organizado, que fueron huachicoleros. Por ello se explican los cuerpos desnudos y el ingreso de armas al estadio. Sin embargo, dejando de lado esta posibilidad, muchas feministas han destacado el hecho de que la violencia registrada fue causada por hombres y que los hombres somos los principales promotores de las múltiples violencias (física, verbal, simbólica, etcétera) que vivimos en México y que sufren principalmente ellas, las mujeres. Y tienen razón en señalar esto.
Es cierto, también hay mujeres violentas. En las prisiones hay mujeres privadas de su libertad por haber cometido crímenes violentos. En las relaciones entre parejas hetero también ellas pueden ser quienes originan la violencia. Es cierto, hay relaciones de parejas de lesbianas que son tóxicas y muy violentas. Sin embargo, esas conductas son patriarcales, tienen su origen en la relación de opresión, invisibilización y dominio que los hombres ejercemos sobre las mujeres y que genera esa desigualdad lacerante, esa violencia sistémica contra ellas y que termina siendo reproducida también por algunas mujeres en sus relaciones diarias.
Muchos hombres no lo quieren ver. Muchos papás se molestan con que las mujeres denuncien esa violencia que viene de nosotros. Muchos dicen "es cuestión de educación, no de género". Muchos se indignan porque piensan que las mujeres que señalan la violencia machista los señalan a ellos o a todos los hombres, sin distinción. En lugar de reflexionar sobre nuestras violencias diarias, nuestros micromachismos, los mismos que son la mecha que enciende la violencia verbal y física en los torneos de la Liga masculina, pero no en la femenil. Porque como escribió Marion Reimers "el futbol también es esto. Nuestra tarea es transformarlo en lo que queremos que sea".
David Faitelson, el célebre comentarista deportivo, también se refirió a la violencia en La Corregidora con un mensaje en el que advierte "yo no llevaría a mis hijas a ningún estadio de futbol mexicano". Justo esto es parte del problema. ¿Por qué mencionar sólo a sus hijas y no a sus hijos o sobrinos? ¿Por qué no reconocemos las violencias que hay en el futbol y la afición? Desde cómo le exigimos a los niños que "le peguen a la pelota como hombres" hasta el machismo tóxico en las porras o la ferocidad en las barras. Por qué no nos damos cuenta como sociedad de toda la violencia que hay en este y otros deportes, como en una corrida de toros, en una pelea de gallos o en un palenque. ¿Es cultura ver cómo asesinan y torturan a un toro? ¿Es formativo para un niño o una niña estar en un estadio y gritar ¡pu...!? ¿Es realmente un valor a transmitirle a nuestras infancias y adolescencias el ver que a un jugador de medio nivel de la Liga le paguen muy por encima que a la mejor jugadora de la Liga Femenil? ¿Qué deben hacer ahora los clubs de futbol? Urge una campaña de su lado.
Hoy es el Día Internacional de la Mujer y nuevamente millones de mujeres marcharán en las calles. Llevo algunos años leyendo a varios compañeros decir "hoy toca escucharlas". Y lo cierto es que la violencia machista continúa. Los feminicidios no cesan, las desapariciones, violaciones, la discriminación y el acoso laboral, la falta de oportunidades, no sólo siguen sino se perpetúan. ¿Qué debemos hacer los hombres además de escuchar? ¿Cómo construimos una cultura de la paz para enterrar el machismo tóxico que lo mismo desata violencia en los estadios que en su expresión más violenta comete un feminicidio? Escuchar no es suficiente.
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