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Un futuro sin Trump

La investigación tiene que ver con documentos que Trump se llevó consigo luego de salir de la presidencia.

El allanamiento del FBI a la casa de Donald Trump en Florida, Mar-a-Lago, sirvió para confirmar lo que muchos temían: Que quiera anunciar su segunda candidatura a la Casa Blanca. Es “un ataque de la izquierda radical del Partido Demócrata que de manera desesperada no quiere que me lance a la presidencia en 2Todavía es muy pronto para saber si Trump cometió algún crimen. Y aún si lo hubiera cometido, no está muy claro si eso le impediría o no lanzarse, una vez más, como candidato presidencial. Lo que sí sabemos es esto: Trump ha dividido a Estados Unidos y es un peligro para la democracia.024”, dijo Trump en un comunicado, poco después que decenas de agentes entraran a su residencia.

Es la primera vez que algo así le ha ocurrido a un ex Presidente estadounidense. Pero es la primera vez que alguien como Donald Trump llegó a la Casa Blanca.

La investigación tiene que ver con documentos que Trump se llevó consigo luego de salir de la presidencia. Ese material, según las leyes, es parte del Archivo Nacional, no propiedad personal de Trump. Anteriormente ya le habían pedido que regresara 15 cajas con otros documentos.

La mayoría de los republicanos, según varias encuestas, cree la “gran mentira” de que Trump ganó las pasadas elecciones presidenciales. Los tres jueces conservadores que él nominó para la Corte Suprema ayudaron a anular el fallo que permitía el derecho al aborto en todo el país. Pocos presidentes han sido tan antiinmigrantes como Trump, cuyo Gobierno separó a miles de niños de sus padres. (Aún hay 185 niños que no han podido encontrar a sus padres, según una extensa investigación de la revista The Atlantic). Y a pesar de los varios tiroteos masivos ocurridos durante su presidencia, Trump siempre se negó a limitar el uso de armas de fuego.

Resumiendo: En los temas centrales de la vida estadounidense -desde elecciones y el aborto hasta migración y violencia armada- Trump siempre fue un factor de división. Y lo sigue siendo.

¿Cómo llegamos hasta este punto? ¿En qué momento el país más poderoso del mundo perdió el rumbo al grado de poner en riesgo su democracia?

La respuesta más rápida y simplona sería decir: Desde que Donald Trump se lanzó a la presidencia de Estados Unidos en 2015. Pero aquí vivimos más de 330 millones de personas y también debemos admitir que tenemos nuestra dosis de culpa por haber permitido que el político más fantasioso y egocéntrico de nuestra era acumulara tanto poder.

Los sistemas autoritarios y las dictaduras surgen, no sólo por la ambición de poder de un solo hombre o de un grupo, sino también, en cierta medida, por la indiferencia y la falta de resistencia de la oposición y una parte de la población. Cuando Trump lanzó su primera candidatura presidencial en junio de 2015, muchos sonamos la voz de alarma. Su discurso era abiertamente racista -le llamó criminales y“violadores” a los inmigrantes mexicanos-, sus ataques a los periodistas eran constantes -a mí me expulsó de una conferencia de prensa con su guardaespaldas- y estaba dispuesto a decir cualquier cosa con tal de llegar a la Casa Blanca.

Pero no nos hicieron caso. Millones de electores se tragaron el cuento. Efectivamente, llegó a la presidencia a través de los votos. Y cuatro años más tarde, cuando perdió la elección de 2020, ya no se quería ir y, como han señalado las audiencias del comité especial de la Cámara de Representantes que investiga el asalto del 6 de enero, incitó una insurrección para quedarse ilegalmente en la Casa Blanca.

Fracasó. Pero Estados Unidos nunca estuvo más cerca de perder su democracia. Trump puso en peligro el maravilloso experimento comenzado en 1776. Trump dice que el allanamiento a su casa de Mar-a-Lago es “un ataque” que “sólo podría ocurrir en un país destrozado del tercer mundo”. Lo que no se da cuenta es que lo verdaderamente vergonzoso y retrógrado es insistir en que ganó una elección que perdió e incentivar un movimiento violento para tratar de quedarse en la Casa Blanca. Eso no lo hace un demócrata.

No exagero al decir que actualmente en Estados Unidos hay un extendido sentimiento de desesperanza. Los votantes no están contentos con la división en el país ni con las opciones políticas que tienen. Muchos no quieren a Trump, pero tampoco al presidente Joe Biden. El 64% de los votantes demócratas preferirían como candidato presidencial en 2024 a una persona distinta a Biden, según una encuesta de The New York Times. Pero en esa misma encuesta Biden, hipotéticamente, le ganaría otra vez a Trump, aunque por un margen muy estrecho.

En 2024, Biden tendría 81 años y Trump 78. ¿Dónde está la nueva generación de líderes estadounidenses? En otros países, como México y Colombia, cuando el electorado ha querido salir de décadas de partidos políticos tradicionales, los votos se fueron a la izquierda (con Andrés Manuel López Obrador y Gustavo Petro). Pero en Estados Unidos una posible salida es hacia abajo: Candidatos más jóvenes dentro de los mismos partidos.

Estados Unidos, que ha moldeado lo que consideramos moderno -el país de Google, Apple, Hollywood, Netflix, Tesla, Instagram, Twitter, Amazon…-está atorado entre dos opciones poco reconfortantes.

Y, sin embargo…

Quizás es mi alma de inmigrante, pero creo que, al final de cuentas, Estados Unidos hará lo correcto y salvará su democracia. Este es un extraordinario experimento del que millones nos hemos beneficiado y del cual hemos aprendido por más de dos siglos. Y hoy está amenazado. El ego de Trump es como un hoyonegro: Lo chupa todo. Pero no podrá contra millones de personas que, consu voto, están dispuestas a hacer lo correcto. Hoy, esa es la apuesta: Un futuro sin Trump.

Jorge Ramos, periodista ganador del Emmy, director de noticias de Univision Network. Ramos, nacido en México, es autor de nueve libros, el más reciente es “A Country for All: An Immigrant Manifesto

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