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Superdifusores

En un arranque de generosidad, Echeverría otorgó libertad a los editores para que seleccionaran entre 10 adjetivos: “Conjurados, terroristas, guerrilleros, agitadores, anarquistas, apátridas, mercenarios, traidores, mercenarios extranjeros, facinerosos”.

COMENTARIOS: www.sergioaguayo.org

La polarización política es nociva para la salud pública. Es alentada por un grupo de “superdifusores” entre los que destacan el Presidente y sus adversarios.

Para combatir la polarización es necesario meterse en su lógica y objetivos. Por la escasez de conocimiento acerca de ese fenómeno, buena parte de la población considera normal la descalificación del “otro” (siempre habrá alguien a quien culpar). Unos responsabilizan a un Presidente buscapleitos, otros a sus adversarios “conservadores”.

El lenguaje del odio ha sido una constante en la vida política mexicana. En el libro "La otra guerra secreta", Jacinto Rodríguez Munguía cita un documento de la Secretaría de Gobernación cuando era presidida por Luis Echeverría (1964-1969). Contenía “sugerencias” a los medios sobre la manera de informar acerca de los estudiantes del movimiento del 68. En un arranque de generosidad, Echeverría otorgó libertad a los editores para que seleccionaran entre 10 adjetivos: “Conjurados, terroristas, guerrilleros, agitadores, anarquistas, apátridas, mercenarios, traidores, mercenarios extranjeros, facinerosos”.

Años después, a una parte del Partido Acción Nacional le empezó a estorbar el sayal de los decentes bien portados y decidieron demostrar su pericia en el arte del insulto. En la campaña presidencial de 2000, Vicente Fox ridiculizó a Cuauhtémoc Cárdenas (candidato del PRD) llamándolo “coyón”, “sacón” y “timorato”, y tildó a Francisco Labastida de “hombrecillo”, “chaparro de ideas”, “sanguijuela”, “mariqueta” y “mandilón”.

En 2006, Felipe Calderón satanizó a López Obrador acusándolo de ser “un peligro para México” y, cuando le declaró la guerra al crimen organizado, calificó a los criminales de “cucarachas”, "alacranes”, “ratas”. La delincuencia le respondió con mantas, balazos y asesinatos. El lenguaje bélico se apropió del discurso público.

Eso y más he documentado durante las más de cuatro décadas que llevo investigando y enseñando en El Colegio de México, donde ahora coordino el Seminario sobre Violencia y Paz. En el año que termina, obtuvimos recursos de la Fundación Ford para iniciar un “proyecto sobre odio y concordia” en la vida política mexicana. Se trata de una problemática que también preocupa en otros países.

En Estados Unidos, una mayoría conservadora está convencida de que a Donald Trump le robaron la elección. Esa versión, argumenta Sheera Frenkel en el New York Times (23 de noviembre de 2020), tomó fuerza porque 25 “superdispersores" -personajes de la derecha con gran influencia en redes sociales- difundieron la tesis del fraude”. Trump es el gran “superdispersor” -tiene 88 millones y medio de seguidores en Twitter- de una mentira que ya ha sido refutada por los hechos y por los tribunales.

En la difusión del odio han participado las grandes empresas digitales que, por el afán de lucro, han tolerado la circulación del resentimiento por las redes sociales. Se han amparado en la libertad de expresión. Lógicamente, las consecuencias de la revolución digital se han convertido en disciplina a ser estudiada. En la Universidad de Oxford funciona el “Laboratorio para la ética digital” cuyo objetivo es coadyuvar en la creación de una sociedad de la “información abierta, plural, tolerante, equitativa y justa”.

En México ya hay iniciativas en instituciones de Educación Superior. Ahora se suma El Colegio de México que tiene, entre sus proyectos iniciales, identificar a los “superdifusores” del odio. Entre otros asuntos, estudiaremos la metamorfosis del Presidente, que pasó de un discurso de concordia a una agresividad retórica contra académicos, activistas y periodistas. La respuesta en su contra ha sido virulenta. ¿Se trata de rencores espontáneos o deliberados? ¿Cómo se financian? ¿Cuáles son las consecuencias? ¿Se puede reducir la beligerancia y la polarización? ¿Tiene límites la libertad de expresión?

La pandemia ha revalorizado la importancia del conocimiento, que siempre ha sido un antídoto eficaz contra la ignorancia, columna vertebral del resentimiento. Para avanzar en la construcción de la paz es indispensable estudiar las entrañas del odio. Entendiéndolo, será posible abrir espacios para que florezca la concordia.

Colaboró: Sergio HuescaVilleda.

CV: SergioAguayo es Académico y politólogo.

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