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Quinta ola

El mundo tiene ya muy claro que el curso grave de la enfermedad y su letalidad se han visto muy reducidos gracias a la vacuna; sin embargo, muy recientes observaciones revelan que otras amenazas.

Las autoridades de salud mexicanas están en alerta por el reciente incremento de contagios que van de 5 mil a 7 mil y ahora 10 mil casos, pues si se llega a los 20 mil se anunciará la inauguración de la quinta ola. Así lo manifestó antier el subsecretario Hugo López Gatell en el seno de la 75 Asamblea Mundial de la Salud, en Ginebra, Suiza, donde además apuntó que “aunque hemos tenido un periodo muy largo ya de receso de la epidemia de Covid-19, dado que otros países están en resurgimiento no sería nada sorprendente que en México también empezáramos a experimentar un repunte o una quinta ola de la enfermedad”.

El mundo tiene ya muy claro que el curso grave de la enfermedad y su letalidad se han visto muy reducidos gracias a la vacuna; sin embargo, muy recientes observaciones revelan que otras amenazas, antes ignoradas, son de notable preocupación; concretamente cuatro.

En primer lugar, el haberse identificado por un grupo de científicos del Reino Unido que cuando el padecimiento de curso grave -en este caso pacientes que requirieron cuidados intensivos- afecta significativamente al cerebro, el efecto ejercido sobre las funciones mentales -cognitivas y sicológicas- es similar al ocurrido al envejecimiento de 20 años que transcurre de los 50 a los 70 años de edad, aunque ciertamente es verdad que tras la enfermedad el daño cerebral en las funciones cognitivas (atención, orientación, memoria, funciones ejecutivas y el lenguaje, entre otras), es similar en magnitud a lo que sucede con la edad, ya que baja el IQ en 10 puntos, pero no se reduce en calidad; quizá podríamos decir que es un efecto en la “potencia”, pero no en la calidad mental, aunque para los no expertos en esta materia tal apreciación nos parece complicada, pero bueno, algo hay.

La segunda novedad es haberse determinado la frecuente persistencia de síntomas neurológicos por más de cuatro semanas tras haber sufrido la enfermedad, y no precisamente por 10 o doce semanas, sino hasta una mediana de 15 meses, como lo mostró una reciente evaluación de un grupo de casos confirmados entre marzo y noviembre de 2020, es decir, con el ya suficiente tiempo transcurrido desde entonces como para poder hablar de la duración de las molestias, hechos que fueron observados y reportados desde la clínica neurológica del hospital de la Northwestern University, en Chicago.

El tercer punto, y más preocupante aún, es que el Covid-19 persistente o “long Covid”, tal y como lo publicó apenas el martes de esta semana un reporte de los Centros para el Control de Enfermedades de los EEUU (CDC, en inglés), ocurre en uno de cada cuatro o cinco personas que tuvieron la enfermedad: Esto significa que padecen molestias de larga duración después de Covid-19 tantos como un millón 200 mil personas en el mundo, 120 mil en México y 35 mil en Sonora, tratándose de molestias diversas como respiratorias, neurológicas, siquiátricas, músculo esqueléticas, cardiacas, digestivas, renales y de la coagulación, que mantienen el sufrimiento por meses y meses, son difíciles de diagnosticar con precisión obligándoles a visitar médico tras médico, apretando las agendas de citas de las instituciones de salud generando lentitud del servicio y gastos considerables en estudios y tratamientos; el asunto es que no se conoce con certeza por qué ocurre esta larga complicación de la enfermedad .

Y, finalmente, la cuarta novedad, publicada hace tres días en Nature Medicine es que la vacuna, si bien nos salva la vida, la hospitalización y reduce el riesgo de las complicaciones tardías graves (50 a 55% menos detrastornos pulmonares o de la coagulación), realmente no tiene un impacto espectacular sobre el riesgo global de Covid persistente, pues éste bajará sólo un 15% en los vacunados: No vale la pena exponerse a lo tonto ni es inteligente creerse invencible por estar vacunado. Es necesario conocer estas realidades.

Llegue o no la quinta ola, que Dios nos ayude a ayudarnos -y ayudar a los demás- poniendo cada quien lo suyo.

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