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Países autosuficientes

De una manera u otra existe un entramado que une a todas las naciones en una serie de relaciones económicas de muy variado alcance y una enorme diversidad.

"La primera vez que tuviste sexo ¿lo hiciste por amor o por dinero?". Esa pregunta le hizo Nalgarina, vedette de carpa, a su amiga y compañera Tetiné. Ella ponderó la respuesta y dijo luego: "5 pesos no es mucho dinero, de modo que debe haber sido por amor". Hay que afirmarlo sin tapujos: Doña Macalota no era una buena cocinera. Sus especialidades eran el pastel de carne y el pay de nuez, pero nunca se sabía a ciencia cierta cuál era el pay y cuál era el pastel. Una noche su esposo don Chinguetas llegó del trabajo, y doña Macalota le informó: "El niño se portó muy mal, de modo que lo mandé a la cama sin cenar". "¡Cómo! -se exasperó Chinguetas-. ¿Se porta mal y todavía lo premias?". El cuento que en seguida voy a relatar es atrevido. Fue reprobado de consuno por la Liga de la Decencia y por la Pía Sociedad de Sociedades Pías. Lo necesito, sin embargo, como exordio a la reflexión que luego haré para orientar a la República. Pelerino, el hijo mayor de don Poseidón, iba a casarse. Toda su vida la había pasado en las labores campiranas, de modo que ignoraba ciertas cosas relativas al trato con mujer. Tenía conocimiento de que algo debía hacer la noche de las bodas, pero no sabía qué. Pidió entonces consejo a su papá. El vejancón le dijo: "Antes de cualquier cosa, satisfágase a sí mismo m'hijo delante de su mujer". ¿Pa' qué, 'apá?" -se sorprendió el mozalbete. Le explicó don Poseidón: "Para que su señora sepa desde el principio que en materia de sexo usted es autosuficiente, y que no necesitará depender de ella para eso". Sin ser experto en relaciones internacionales -tampoco lo soy en materia de relaciones nacionales, y ni aun domésticas- pienso que será difícil hallar en nuestro tiempo un país que sea autosuficiente en todos los sentidos. De una manera u otra existe un entramado que une a todas las naciones en una serie de relaciones económicas de muy variado alcance y una enorme diversidad. Habrá países poderosos dueños de vastísimos recursos -los mexicanos tenemos uno de vecino-, pero aun a esas grandes potencias les falta algo que deben conseguir en otra parte. (De no ser por México ¿tendrían los Estados Unidos guacamole?). Eso de la autosuficiencia, entonces, es un mito anacrónicamente nacionalista, y el gobernante que trate de implantarlo en su país lo condenará al atraso, a toda suerte de carencias y a un estado de necesidad como el que priva ahora en Venezuela, como el que de seguro privará en México si el Presidente López insiste en sus obsoletos dogmas y nos hace retroceder a donde estábamos hace medio siglo. Parece ser que la modernidad le es totalmente ajena a AMLO. Por ejemplo, sigue buscando en el combustóleo y el carbón lo que ahora se busca en la fuerza del viento o en la luz solar, energías limpias que a más de ser menos costosas no dañan al planeta en que vivimos. Alguien debe hacerle ver a López Obrador que el mundo ha cambiado desde que él practicaba el beisbol llanero, antes de practicar la política llanera. Lord Feebledick regresó a su finca rural después de haber asistido en Londres a la reunión anual con sus antiguos camaradas del Cuarto Regimiento de Caballería en Delhi. Cuando llegó faltaban aún 15 minutos para la hora del té, de modo que se dirigió a su alcoba a fin de refrescarse y cambiar de ropa. No dejó de sorprenderse cuando vio a su mujer, lady Loosebloomers, en el lecho conyugal en compañía de un hombre en el cual lord Feebledick no reconoció a ninguno de sus convecinos. Enarcó las cejas y le preguntó a su esposa: "¿Quién es ese hombre?". Respondió ella: "Lo ignoro. No hemos sido presentados". FIN.

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