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¿Orgullo?

El sábado pasado se realizó la 45 marcha del orgullo en la CDMX y nuevamente Paseo de la Reforma se llenó de cientos de miles de personas.

¿Por qué se sienten orgullosos? ¿No les da pena marchar “disfrazados”? ¡Qué vergüenza, un hombre con las uñas pintadas! ¡Los heterosexuales también deberíamos tener nuestra marcha del orgullo! ¡Pero qué necesidad tienen de contarle a todo mundo con quién se acuestan! ¡Yo no soy homofóbica, si hasta tengo a mi amigo Miguel y él es gay, pero no estoy de acuerdo con que los gays adopten! No necesitas poner el arcoíris en la ventana de tu casa. Todos sabemos que ahí vives, ¡qué necesidad de exhibirte! Todavía en 2023 es muy común escuchar o leer este tipo de comentarios.

Son muchísimas las razones por las que nos sentimos orgullosos. Algunas de estas razones son compartidas colectivamente, otras son personalísimas, pero quizás una de las razones comunes de nuestro orgullo sea la de poder amar a quien queramos, libremente, sin miedo a que nos corran de casa, nos discriminen o nos maten por ello. El orgullo de que nuestro amor sea reconocido legalmente, de que el Estado proteja nuestro derecho a formar una familia, en pareja, con hijas, hijos o sin ellos. En México la ALDF aprobó la ley Razú por la que se reconoció el matrimonio sin discriminación. Irónicamente fue un legislador heterosexual quien presentó esa reforma al Código Civil de la ciudad en noviembre de 2009. El movimiento LGBT mexicano llevaba prácticamente una década buscando ese derecho y a partir de entonces gradualmente se fue reconociendo en las 32 entidades federativas.

El matrimonio igualitario no agota la agenda de derechos para las poblaciones de la diversidad. Las leyes de identidad de género, el acceso a la salud sin discriminación, la prohibición de las terapias de conversión, la representatividad efectiva de la diversidad sexual, la tipificación de los crímenes de odio, el abasto puntual de medicamentos, incluidos los antirretrovirales y la vacuna contra el Mpox, entre tantos otros temas, son algunas de las razones por las que el activismo LGBT convoca a una marcha anual en distintas ciudades.

El sábado pasado se realizó la 45 marcha del orgullo en la CDMX y nuevamente Paseo de la Reforma se llenó de cientos de miles de personas. El conteo oficial fue de sólo 250 mil, pero honestamente cada año se siente por lo menos el doble de esa cifra porque siempre hay razones para marchar y porque cada año tenemos más personas aliadas que acompañan la marcha, ya sea porque apoyan las causas, o algunas de las causas, o simplemente porque ya es una gran fiesta.

Los gobiernos de varias democracias occidentales han reconocido el mes de junio como el mes del orgullo lésbico-gay-bisexual-trans (LGBT). El Gobierno de EU y los de la Unión Europea son los pioneros en conmemorar el mes de la diversidad y precisamente lo han hecho para diferenciarse de las democracias no liberales. Paradójicamente México es de los países del mundo en donde más derechos se reconocen para las poblaciones LGBT, pero al mismo tiempo de los países con mayor violencia hacia las poblaciones de la diversidad sexual y con mayor impunidad.

A las convocatorias a marchar se han sumado muchas marcas y empresas y esto ha sido positivo para muchas personas LGBT. Hoy las empresas globales abanderan los valores de la diversidad. Incluso muchas reclutan activamente a personas gays, dan licencias de maternidad y paternidad por igual y algunas pagan servicios de salud y cirugías de reasignación para su personal trans. Esto ocurre en muchas empresas trasnacionales y con algunas empresas mexicanas que tienen presencia internacional y que compiten globalmente, pero eso aún no ocurre en la mayoría de las empresas que discriminan y ofrecen trabajos y sueldos precarios y hay activistas que temen que las marcas y el corporativismo despoliticen las marchas y las conviertan en meros desfiles.

45 marchas después el orgullo resiste y muchas de las causas por las que originalmente marchamos ya se consiguieron gracias al trabajo de décadas de activismo y de las personas que se han convertido en aliadas. Sin embargo, falta aún mucho para realmente tener un país más justo, sin aliados de dichos y con aliados en hechos.

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