Mirador
Le dije que ese no era mi día de hacer milagros. Y es que los milagros no los hago yo: Los hace el Señor, y son para su gloria
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE
Cuando San Virila regresó al convento sus hermanos en religión le preguntaron:
-¿Qué milagro hiciste ahora?
Respondió el frailecito:
-Hice el milagro de no hacer ningún milagro.
El padre prior quiso saber:
-¿Cómo estuvo eso?
Relató San Virila:
-Fui al pueblo a pedir el pan para los pobres. En el camino me topé con el rey, que iba de cacería con su comitiva y con una de sus favoritas. Se detuvo al verme y me ordenó: "Haz un milagro para que lo vea mi amiga". Pude hacer algún milagro y granjearme así el favor del rey. Pude, por ejemplo, convertir en sapo a uno de sus cortesanos. Eso habría divertido mucho a la mujer, y de seguro el rey me habría dado una magnífica limosna. Pero me contuve. Le dije que ese no era mi día de hacer milagros. Y es que los milagros no los hago yo: Los hace el Señor, y son para su gloria, no para la diversión de nadie. No hice entonces el milagro que me pedía el rey.
Le dijo, admirado, el padre prior:
-¡Qué gran milagro hiciste!
¡Hasta mañana!
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