Mi amigo el Chapo
El Chapo era un firme simpatizante del Partido Acción Nacional, al grado que ubicaba perfectamente a algunos de sus más claros liderazgos... Y que se me vuelve chairo.
Mi amigo el Chapo es bolero, hábil y profesional lustrador de calzado al que no le falta trabajo.
Se ubica sobre una pequeña avenida al Norte de Hermosillo, a unos metros de los accesos a varias cerradas residenciales de clase media alta.
Me parece que tiene clara conciencia de que dentro de lo modesto que pueda parecer su oficio, tiene el privilegio de contar con una numerosa y cautiva clientela en esos cientos de familias con el poder económico suficiente para llenarle el puesto de pares zapatos.
Cuando empecé a ser su cliente el Chapo era un firme simpatizante del Partido Acción Nacional, al grado que ubicaba perfectamente a algunos de sus más claros liderazgos.
Y que se me vuelve chairo.
Ya las dos semanas recientes hemos discutido (amablemente siempre) los asuntos de interés público, entre los que ha destacado la consulta de revocación de mandato que se va a desarrollar mañana y para la que se declara listo y dispuesto.
De algún modo que sólo en su cabeza podrá explicar, siente un compromiso por ir a depositar su voto en favor de que siga en su puesto el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Sin muchos argumentos, pero sí con mucho sentimiento y simpatía, conecta la permanencia del Presidente con el hecho de que seguirá teniendo trabajo.
Reprocha la corrupción de los gobiernos panistas y priístas, pero no procesa bien a bien casos similares en la 4T.
O igual los tiene bien claros, pero no le interesa ponerlos al mismo nivel de los anteriores o le da flojera discutirlos conmigo y prefiere conservarme de cliente.
Ayer lo vi, me preguntó si iría yo a votar mañana y le dije que no, a ver si lo hacía enojar. Soltó la carcajada y me dijo que él sí, que ya estaba listo para seguir teniendo trabajo.
Yo le dije que mientras estuviera a la pasada de las cerradas residenciales y mientras a esos que ahí viven les fuera bien, mientras lustrara tan bien como lo hace los zapatos y siguiera siendo tan puntual en abrir, cerrar y entregar su chamba, jamás le faltaría trabajo.
Se volvió a reír, nos dimos un poco de carrilla, chocamos puños y nos despedimos.
La próxima semana le caigo a platicar un rato, para que me comparta su experiencia del domingo.
Tiene el Chapo algo de sentido común, sabe que no tiene ningún caso entrar el pleitos estériles porque lo de mañana simple y llanamente se trata de un derecho consagrado ya en la Constitución que cada quien puede o no ejercer. Él lo hará.
Me parece a mí un hombre honesto, de los que hay millones en este País, que sale a diario a trabajar para poner pan en la mesa de su esposa, sus hijas y su nieta.
No tiene tiempo ni interés en perder un cliente ni un amigo por defender a rajatabla una posición política o partidista.
Él tiene claro desde su lógica lo que tiene que hacer y no va a perder demasiado tiempo discutiéndolo conmigo ni con nadie, salvo aquel que tarde boleando un par de zapatos y algunos minutos más.
Frente a la honestidad de su pensamiento y la claridad de su sentimiento frente a AMLO, no cabe más que el respeto y la tolerancia.
¿Cuantos más hay en Sonora y en México así como el Chapo?
No tengo la menor idea, pero quizá mañana sí la tenga.
Él tiene una esperanza y no permitirá que nadie se la robe.
Hay una conexión que alguien logró con él, generándole una expectativa de que alguna diferencia habría a partir del 10 de abril.
Ahí está un punto: El sentimiento, el compromiso, la esperanza que muchos mantienen y a la que se niegan a renunciar.
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