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Llenar el Zócalo

Hasta este domingo sólo había visto el Zócalo lleno por las convocatorias de AMLO, por la marcha del orgullo LGBT y por las fiestas patrias.

La Plaza de la Constitución, el Zócalo de la Ciudad de México, es el escenario perfecto para la protesta. Dos de los tres Poderes de la Unión están ubicados ahí, el Palacio Nacional, donde hoy vive el presidente de la República, y la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Además, está la Catedral Metropolitana, el edificio desde donde despacha la persona titular de la Jefatura de Gobierno y las oficinas de legisladoras y legisladores del Congreso de la CDMX. Todos esos símbolos del poder político, judicial y religioso conviven en el lugar que tal vez sea el corazón de México, la plaza pública por excelencia y llenarlo para un evento político es realmente un logro que pocos pueden. Este domingo, cientos de miles de personas lo abarrotaron con un mensaje poderoso para la Suprema Corte y, una vez más, el presidente López Obrador erró en su respuesta.

Primero, la oposición a AMLO está creciendo. El poder desgasta y desgasta a cualquiera. Como candidato, López Obrador llamó a todos los sectores a votar por él, a quienes estaban en contra de la corrupción, a quienes rechazaban la guerra contra el narco y la violencia, a grupos de izquierda progresista, pero también a grupos conservadores evangélicos. El candidato del 2018 les hablaba lo mismo a los más pobres de estados como Chiapas que a las clases medias de la colonia del Valle en la CDMX. Hoy el Presidente parece sólo hablarle a su base más fiel, a quienes lo han acompañado desde hace más de 20 años. Hoy el Presidente divide, polariza y separa, destruye los puentes que le ayudaron a ser el Presidente más votado en la historia de nuestra democracia electoral. El Presidente está minimizando una realidad: Ya hay una oposición ciudadana, de clase media, que ya no conecta con él, y en democracia cada voto cuenta.

Segundo, alrededor de Palacio Nacional se levantaron vallas de acero, un cerco completamente innecesario. La marcha del domingo fue una movilización pacífica. La seguí a través de los medios y en ningún momento parecía una marcha violenta. Lo único que hace el símbolo de un Palacio Nacional lleno de vallas es alimentar la idea de que el Presidente está atrincherado, como lo estuvieron sus antecesores, y algo que a AMLO le molesta como pocas cosas es que lo comparen con los ex presidentes. El cerco fue un error.

Tercero, en la mañanera de ayer los colaboradores del Presidente le proyectaron una imagen con fotos de quienes aseguran están detrás de la movilización del domingo. Entre ellos estaban "Elva" (sic) Esther Gordillo y algunos de los analistas y políticos que más obsesionados parecen estar con el Presidente y que incluso se aventuran a explorar la idea de lo que el Presidente piensa, como si fueran sus sicólogos. Una vez más, el Presidente usa el poder del púlpito presidencial y los canales públicos del Estado mexicano para exhibir a sus adversarios. El poder usado como una rencilla personal.

Cuarto, el apoyo ciudadano al Instituto Nacional Electoral, a la democracia electoral, es fuerte. Lo he repetido en varias ocasiones en estas planas, así como en televisión y en otros espacios. México sí necesita una reforma electoral, pero no la que propuso el Presidente ni tampoco el plan B. La Suprema Corte tiene ante sí la histórica decisión de invalidar los retrocesos democráticos que tiene el Plan B, como por ejemplo los espacios que se habían ganado para que los partidos políticos designaran personas candidatas de la diversidad sexual, afrodescendientes, con alguna discapacidad y personas indígenas. Esos espacios o cuotas estaban mal instrumentados, tocaba mejorarlos en lugar de reducirlos y eso hace el Plan B, entre otros muchos errores.

Hasta este domingo sólo había visto el Zócalo lleno por las convocatorias de AMLO, por la marcha del orgullo LGBT y por las fiestas patrias. El domingo una marcha convocada contra el Plan B, y llena de opositores a AMLO, tuvo un enorme éxito al llenar el corazón político del País. Eso es la democracia. La plaza pública es de todos.

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