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Liberar a Prometeo

No hay relación más importante para México en el mundo que la relación con Estados Unidos

No hay relación más importante para México en el mundo que la relación con Estados Unidos. A pesar de la gigantesca asimetría en la relación, para EU la relación con México también es más que fundamental. Desde la integración comercial de los noventa, ambos países han construido un andamiaje institucional que ha permitido que la relación pase por momentos en piloto automático, pero también que resuelva las diferencias que se han presentado en estas tres décadas. La integración ha forzado a ambos lados al pragmatismo y un rompimiento no sólo es impensable, sino un despropósito. La reciente visita de funcionarios estadounidenses a México refuerza lo anterior.

Cada seis años un nuevo Presidente mexicano toma las riendas del País y decide su rumbo. Respecto a EU hay temas que son inamovibles: Migración, narcotráfico/seguridad y comercio, ya que son los pilares de la relación bilateral. Cada Presidente mexicano de los últimos 20 años ha decidido cuál bandera empujar con EU. Fox intentó profundizar la integración comercial y migración. Calderón en la seguridad y nos dio la fallida Iniciativa Mérida. Peña Nieto tuvo problemas porque le tocó transitar de un Obama que veía con desdén la corrupción de su Gobierno a un Trump que le quiso poner el muro y que obligó la renegociación comercial. AMLO recogió esta turbulencia, cedió en materia migratoria y ahora con Biden, el canciller Ebrard hace borrón y cuenta nueva y cambia la narrativa al enterrar la Iniciativa Mérida.

No es cosa menor. Hace apenas un mes, varios sectores de la comentocracia mexicana auguraban un rompimiento con Biden. Varios analistas, políticos y hasta algunos diplomáticos señalaban que recibir a Díaz-Canel era un error que nos iba a costar caro. Otros más argumentaban que la Celac era una superficialidad, sin resultados y que sólo abriría diferencias con EU. Los más decían que ponerle la mesa a Nicolás Maduro para negociar con la oposición iba a costarle carísimo a México. Y la ausencia del secretario Blinken en los festejos de la Consumación de la Independencia de México fue usada como pólvora para confirmar esos malos presagios.

La reciente visita de los secretarios Blinken y Mayorkas así como del procurador Garland a México es sólo el primer paso para construir los próximos tres años de la relación bilateral. El canciller Ebrard se apresura en celebrar lo acordado cuando habla de que "hay reciprocidad, corresponsabilidad, un trato más igualitario que antes no habíamos tenido". Lo cierto es que la idea de la corresponsabilidad no es nueva. Fue durante el calderonato que se acuñó esa idea de que había corresponsabilidad con EU, especialmente en el tema del tráfico de armas, pero en los hechos el vergonzante operativo "Rápido y Furioso" demostró que la corresponsabilidad no era más que una quimera. Respecto a un trato más igualitario, todos los cancilleres mexicanos han buscado eso, pero poco se ha conseguido. En lo que sí acierta Ebrard es en que empieza a construirse un cambio de narrativa. Enterrar la Iniciativa Mérida era urgente. Lo que la diplomacia de Calderón vendió como un éxito, no hizo más que condenar a México al mito de Prometeo, el titán aliado de los humanos que se robó el fuego de Zeus y que fue condenado por éste a estar amarrado y que cada día un águila le comiera el hígado en represalia hasta que Heracles lo liberó.

Ebrard podría convertirse en ese Heracles si logra que la frontera se abra porque ya lleva demasiado cerrada bajo argumentos ya absurdos de la pandemia. Si el Entendimiento Bicentenario no sólo dice que detener capos es absurdo e insuficiente y realmente aplica un nuevo paradigma de reducción de daños por consumo a la población, si habla de regulación del mercado de las drogas (como ya ocurre en casi todo EU), si entierra la guerra contra el narco, podría romperse la condena de Prometeo en seguridad. De migración lo ofrecido por Biden aún es poco y de comercio habrá que ver cómo cae la reforma eléctrica y las disputas en el marco del T-MEC. Es decir, la relación sigue prácticamente igual, aunque sí hay varios puntos para el optimismo.

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