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La vacuna: ¿Para quién primero, para quién después?

El primer criterio es que todas las personas de todos los países tendrán derecho a ser vacunados, en el supuesto -obviamente- de que se logre producir una vacuna eficaz y segura y también en el supuesto de que quienes ya sufrieron y superaron la Covid-19

El 13 de agosto pasado la OMS, anticipándose al menos por varios meses, reprobó intenciones de que la vacuna contra el virus de esta pandemia tuviera privilegio nacional, es decir, que se garantizara la vacunación para un País y los demás a ver cómo le hacen. A esto el director general del organismo, el biólogo etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, llamó “nacionalismo de vacuna”. Seis días después el papa Francisco, igualmente anticipándose al menos por algunos meses, dijo:“Sería triste si en la vacuna de la Covid-19 se diera prioridad a los más ricos” y a renglón seguido añadió: “Sería triste que se transforme en la prioridad de una nación y no se destine a todos”. Las peticiones de ambos personajes nos inducen en automático a pensar quiénes merecerán la vacuna primero y quiénes después. Desde un punto de vista muy personal me atreveré a manifestar una secuencia de prioridades no vinculadas a la condición económica de ninguna persona o País. El primer criterio es que todas las personas de todos los países tendrán derecho a ser vacunados, en el supuesto -obviamente- de que se logre producir una vacuna eficaz y segura y también en el supuesto de que quienes ya sufrieron y superaron la Covid-19 no quedaran por ello protegidos de por vida e incluyendo en este criterio a las personas que no hayan padecido la enfermedad, pero sí se hubieran infectado con el virus y hayan adquirido inmunidad sostenida y demostrada. Una tercera consideración sería que ya se hubiesen vacunado tantos -quizás miles de millones de personas en todos los rincones del mundo- que el bicho no tenga oportunidad de permanecer en el entorno, lo que sería prácticamente la erradicación de la infección, pero yo no sé si esto pueda darse en una sola generación de personas. A continuación la secuencia de prioridades propuesta: Primero, los más vulnerables según su salud tanto para enfermarse así como aquéllos más vulnerables de tener complicaciones serias y fallecer de Covid-19. Tendremos en este primer grupo a los adultos mayores, comenzando por los que viven en ambiente colectivo como son los residentes de asilos de ancianos, casas de retiro y similares. Luego quizás las mujeres embarazadas pues vacunar a una de ellas durante su condición gestante es proteger al menos dos vidas al mismo tiempo y con solamente una dosis de la vacuna. Seguimos con los enfermos que demostradamente tienen labilidad para infectarse, no necesariamente por su edad pero sí por su estado de “defensas” debilitado por cualquier motivo: Otra enfermedad, algún tratamiento, etcétera. Añadimos a grupos grandes de personas que conviven en condiciones de hacinamiento inevitable. Finalmente niños, adultos y jóvenes -quizás en ese orden- claramente saludables y que residen y conviven en ambientes salubres. No tengo idea qué tan válida pueda ser una propuesta así, pero pues aquí está. Ojo: Prisioneros, acuartelados, internos mentales y migrantes en albergues no tienen por qué ser los últimos: De hecho conviene tomarlos muy en cuenta pues en sus condiciones la ocurrencia de brotes es mayor. Ahora, si la primera tanda de producción de la vacuna es suficiente para todos los candidatos en todo el mundo, poca necesidad habrá de establecer rígidas prioridades; pero esto se ve difícil.

Médico cardiólogo por la UNAM.

Maestría en Bioética.

jesus.canale@gmail.com 

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