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José José, de todo y sin medida…

Y así se dio. En ese tiempo, José tenía 55 años de edad, pero sentía que la vida se acababa. Su voz se iba extinguiendo.

“Te habla alguien que dice ser José José”, me dijo mi asistente. En ese tiempo, allá por 2003, era director de la revista Selecciones del Reader’s Digest. Respondí y, en efecto, era ese personaje al que consideraba el mejor cantante de habla hispana, aunque ya su voz estaba muy dañada y resultaba difícil entenderle. La llamada era para preguntarme por qué él no aparecía en la portada de Selecciones: “¿por qué solamente Armando (Manzanero, ese mes había salido una entrevista exclusiva de él)? Era la revista favorita de mi mamá”, me dijo, “y yo siempre he querido salir en ella”.

Pactamos una reunión para planear la sesión (sesiones si fuera necesario) de entrevista. La única condición fue que hablaría de todo sobre su vida, porque tenía que ser una historia que dejara algo profundo a quien la leyera, que pudiera tocar corazones, tocar conciencias. Las cosas extraordinarias que hace la gente ordinaria, era el eje rector de la revista. “A estas alturas ya no tengo nada que esconder”, respondió, “hablaré de todo y sin medida”.

Y así se dio. En ese tiempo, José tenía 55 años de edad, pero sentía que la vida se acababa. Su voz se iba extinguiendo. Su disquera había hecho unos remixes de sus éxitos y por eso sonaba de nuevo en la radio. Y cumplió su palabra. Habló de sus bajadas y subidas a lo largo de esa vida en espiral por la que transitó. Contó a detalle aquel momento, en 1993, cuando vivía “botado” en un taxi en el Centro de la Ciudad de México. Fue rescatado por cuatro amigos, que se lo llevaron a “limpiarse” en Minnesota.

La entrevista fue dura, seca. Narró su llegada a las drogas cuando el alcohol ya no era suficiente. “Las probé todas. Fui de todo y sin medida”. Dijo que si alguien quería conocerlo que revisara sus canciones porque cada una refleja el momento que estaba viviendo.

El sábado pasado falleció José José y vino a mi mente este recuerdo. Pensé que, en este País, los políticos se dicen “muy preocupados” por acabar con el tabaquismo, pero sospechosamente jamás tocan el problema del alcoholismo y ese acaba con muchas más vidas diariamente. Destruye presentes, como el de José José, y hace trizas futuros.

¿Por qué será que “nuestros” legisladores (y ejecutivos) nunca le entran con fuerza al combate del alcoholismo? ¿Será tanto el dinero que se mueve detrás de ello? ¿Quién los controla de esa manera? ¿Cuál será la cantidad que reciben? Ni modo que digan que es gratis. Impuestos que permiten a las bebidas alcohólicas precios bastante accesibles, permisos a granel para la venta y distribución. Vaya, hasta en los estadios se vende sin limitaciones, como si fuera el mejor lugar para consumir alcohol.

De todo eso me acordé y medité este sábado. Pero, para no ser tan amargo, cerraré con la frase que me dijo cuando le pedí un mensaje para los jóvenes, para esos que apenas empiezan a moverse por el mundo:

“Que amen mucho, que se den cuenta que tenemos un dispositivo de Dios para todos los seres humanos, que se llama capacidad de amar, de dar y de recibir. Que se den cuenta, que exploten eso, que se preocupen desde ahora por su vida espiritual; que amen inmensamente aunque duela, porque es el precio que hay que pagar por conocer esta fuerza que mueve el universo”.

La siguiente vez que lo vi fue en el Auditorio Nacional, en un concierto con sus amigos Manzanero, Marco Antonio Muñiz y el pianista Raúl Di Blasio. Sentí pena porque ya “no cantaba”, pero lo admiré y valoré su valentía de seguir en un escenario, conocía a fondo su lucha interna y eso cambia mucho la perspectiva. Estaba pagando el precio. Descansa en paz, Príncipe de la Canción.

Adiós a La Oropeza

Y por estar tan concentrado narrando las sandeces de los políticos, con esas amenazas burdas como la desaparición de mandatos en Guanajuato y Tamaulipas (no saben medir a sus rivales esos senadores morenistas), se me había pasado comentar otro fallecimiento que duele en el alma. Margarita Oropeza, una mujer valiosa, intelectual, feminista real, gran escritora y mejor amiga, nos dejó hace dos semanas. Un abrazo a la familia y mis condolencias a Sonora porque nos hacen falta más Margaritas y nos sobran demagogas disfrazadas de feministas.

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