Ingenería de la Alternativa
Hoy, Sudamérica enfrenta problemas políticos severos; las manifestaciones en Chile y Bolivia son claras muestras de que los paradigmas bajo los cuales opera el statu quo .
Llegué a Buenos Aires hace una semana, justo el día de las elecciones. Esa noche se sabía que el peronismo, de la mano de Alberto Fernández, retornaba. Por un lado están quienes ven en el Kirchnerismo a una ruta populista e ineficiente, con nexos sin pudor con la corrupción; por otro, quienes en Macri identificaron a un Gobierno conservador, neoliberal y sólo preocupado por las élites. En efecto, el actual presidente llegó al poder con el apoyo del consenso de los poderes fácticos internacionales y siguió al pie de la letra las fórmulas que le recomendaron organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, las cadenas de muchos años de irresponsable manejo económico hicieron imposible enderezar el barco. Eso le costó la reelección. Por otro lado, no es coincidencia que los mercados (nacionales y extranjeros) se sacudieran ante la noción de que ahora regresarán al poder personajes con un cuestionable historial de rendimiento como servidores públicos.
En este contexto, me pregunté: ¿Qué trae a la mesa esta opción que eligieron la mayoría de los argentinos (que, por cierto, no tendrá el control del Congreso)? ¿Se habrá olvidado la gente de lo que no funcionó hace cuatro años y por eso ganó Macri? Aún sigo sin identificar con plenitud todos los detalles, pero me queda claro que en este caso imperó -como en el resto de Latinoamérica- el padecimiento de una cortísima memoria política entre los electores.
Hoy, Sudamérica enfrenta problemas políticos severos; las manifestaciones en Chile y Bolivia son claras muestras de que los paradigmas bajo los cuales opera el statu quo simplemente no alcanzan para cubrir las necesidades sociales con niveles dignos. De Venezuela no tiene ni caso hablar y en Brasil -donde la amnesia política colectiva llevó a elegir a un fascista- pronto habrá de reaccionar la gente (¿o quizá la serenen con clientelismo? Esta siempre ha sido una excelente ruta para los populistas, sean de izquierda o de derecha). Pero estas manifestaciones sociales no son exclusivas de nuestra región. En la otra cara del mundo, por ejemplo, comienzan a soplar con fuerza vientos inéditos. Está el caso de Iraq, donde cientos de miles han salido a las calles para cuestionar a un Gobierno de orden teocrático. Y en todos los casos -sea allá o acá- los comunes denominadores persisten: Corrupción, ineptitud en la burocracia, descuido a los derechos humanos, profunda inequidad social… en general, quienes protestan parecen haberse dado cuenta que será cada vez más difícil alcanzar el más grande objetivo -la felicidad- si no cambian antes las condiciones de sus naciones.
Y en medio de todo esto, me es inevitable preguntarme cuál es la Ingeniería de la Alternativa.
Con esto quiero decir: ¿Se plantea algo distinto o viene algo semejante a lo que se ha probado y termina por no dar resultado? Estos repudios (en Sudamérica o en el Medio Oriente) a los gobiernos son masivos y claros. La mayoría del tiempo las revoluciones están plagadas por ambigüedad y no siempre se sabe si los movimientos son al 100% legítimos y por ello las protestas a veces son difíciles de empezar y subsistir. No obstante, en estos casos concretos hay altos niveles de aceptación en cuanto a la legitimidad de las movilizaciones que han ocurrido. El problema que enfrentan estos movimientos es el diseño -insisto- de la alternativa. Existe el consenso frente a la lógica del rechazo (ejemplo de tesis: Tal régimen es ilegítimo en el momento en que ha perdido sostenibilidad por culpa de profunda corrupción o incompetencia; y ello pone en riesgo a la ciudadanía). No es tan complicado decir “esto ya no sirve” pero siento que de ahí a ingeniar (sin autoengaños) una ruta que genuinamente difiera de lo que ya no funcionó y plantee algo diferente, hay un largo trecho. Inevitablemente, cuando uno se asoma en los problemas de los demás, a veces puede encontrar un espacio libre de ruido y descontaminación que permita ver -con menos bruma- los problemas propios. Es importante, en el contexto mexicano, que veamos más allá de la demagogia y la retórica (que forman parte de la genética de nuestra política, sin distinción de partidos) y estudiemos nuestra realidad. Más allá del discurso que se repite día con día, ver si lo que se hace -no lo que se dice- es realmente una alternativa funcional. Si lo es, hay que protegerla y defenderla; si no, hay que construirla, como históricamente los pueblos lo han hecho cuando ello no nace de sus gobiernos.
POSDATA
Hace dos meses en este espacio dije que el Gobierno le había decomisado 23 toneladas de fentanilo al cártel de Sinaloa. Era mercancía de Ovidio. Dije que provenía de China y que es imposible que un cargamento así salga del País sin la autorización del aquel Gobierno.
Expliqué que los chinos -en una suerte de nueva guerra fría contra los gringos- quieren envenenarlos con esta droga. El problema es que en el proceso, nos envenenamos también nosotros, pues un porcentaje decente de esos cargamentos se comercializan en nuestro País.
Quise llorar cuando en la mañanera le preguntaron al Secretario de Marina sobre todo este asunto y mostró una monumental ignorancia sobre el tema. Esperemos sea “por estrategia”.
El autor es Presidente Fundador de Creamos México A.C. y especialista en políticas públicas por la Universidad de Harvard. jesus@creamosmexico.org
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