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Honrar la corte

Qué suspiro de alivio ver la terna de mujeres postuladas para la Suprema Corte de Justicia.

Qué suspiro de alivio ver la terna de mujeres postuladas para la Suprema Corte de Justicia. Qué sensación de sosiego ver ahí a personas profesionales y no la repetición de lopezobradoristas incondicionales. Después del contencioso nombramiento de la “Ministra contratista” y la postulación de quienes -como Celia Maya- no merecían ser considerados para el Tribunal Supremo, sorprende la autocorrección.

Asombra que un Gobierno empeñado en colonizar a las instituciones haya postulado al menos a una mujer conocida por su independencia. La inclusión de Ana Laura Magaloni, reconocida académica de talante crítico y trayectoria independiente, enaltece al recinto. Manda la señal que este Gobierno debió haber enviado desde el principio: Que la Corte no será un coto más de cuotas y cuates; que no será una institución más sometida al poder y conformado para hacer sus encargos.

Porque sobran los motivos para estar preocupados por el futuro del Tribunal Supremo. Las críticas reiteradas del Presidente diciendo que la Corte nunca ha hecho nada bueno por México. Las descalificaciones diarias al Poder Judicial y las decenas de iniciativas legislativas que Morena está elaborando para controlarlo. La idea de crear una tercera sala anticorrupción, y ampliar el número de miembros de la Corte para que sean nombrados por AMLO. La salida intempestiva de Medina Mora, la cual el Senado avaló sin pedir explicaciones. La propuesta de reducir el periodo de los ministros a seis años -ratificados por el Gobierno- para poder someterlos a presiones políticas. Las declaraciones cuestionables del ministro Zaldívar en torno a que la Corte no es un contrapeso y su intenso protagonismo político a favor de las posturas presidenciales, justificado con la rúbrica de “constitucionalismo transformador”.

He ahí un cúmulo de acciones y declaraciones que minan la aspiración de independencia e integridad que queremos para nuestra Suprema Corte. Para nunca más presenciar farsas como el nombramiento de Medina Mora o la “ministra contratista”, o presiones presidenciales como la de Felipe Calderón en el caso de Florence Cassez o la guardería ABC.

Para nunca más padecer intentos burdos de volver a la Corte un vehículo del poder político vía la colocación de compadres. Para que la Corte examine con seriedad las múltiples acciones de inconstitucionalidad que este Gobierno ha motivado. Para que la fachada democrática del máximo tribunal no esconda las pulsiones autoritarias del Presidente y su partido.

Si la autollamada 4T quiere honrar a la Corte en vez de pisotearla, le toca una tarea muy clara por delante. No puede repetir lo que se ha vuelto su “modus operandi” en nombramiento tras nombramiento: Los procesos “fast track”, atropellados y al margen de la legalidad, para así evitar la auscultación. No debe repetir lo ocurrido con Rosario Piedra en la CNDH y que deja tras de sí un liderazgo ilegítimo al frente de una institución debilitada.

No puede permitir que la mayoría morenista en el Senado pase por encima de la normatividad, arrollando, destruyendo la posibilidad de un proceso decente. Para recuperar la credibilidad perdida, ahora el Senado debe impulsar un proceso abierto, transparente, riguroso que obligue a cada nominada a definir su posición en temas centrales como el derecho a decidir, la despenalización de la mariguana, el matrimonio igualitario, la prisión preventiva oficiosa, el punitivismo penal, el amparo como instrumento de protección de garantías, el papel de la Corte como órgano de control constitucional.

Ojalá presenciemos un proceso de confrontación largo y profundo a cada una de las candidatas, con preguntas duras y difíciles como ocurre en democracias más funcionales que la nuestra. Ojalá que en la etapa de argumentación pública participen académicos y especialistas y miembros de la sociedad civil. Porque de ahí saldrá quien interpretará y defenderá nuestros derechos; quien tendrá el encargo de asegurar la autonomía y la pluralidad de la Corte; quien necesita reafirmar su indispensabilidad como contrapeso. Ana Laura Magaloni posee el perfil, el temple y la trayectoria para asegurar eso. Su inclusión en la terna no corrige los múltiples casos de designaciones irrisorias, procesos viciados, y cuatitud continua que demeritan a la 4T. Pero así podría demostrar que su intención no es vulnerar a la Suprema Corte sino honrarla.

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