Familias numerosas hoy
Pero traer a los hijos no lo es todo -lo hacen muy bien los animales- sino que traer al hijo es apenas el comienzo pues cada hijo merece cuidado, protección y educación...
El tamaño de las familias disminuye. Uno se pregunta si hoy la familia numerosa aporta o resta al bienestar social. Permítaseme comentar que una de nuestras hijas, Verónica, de 32 años, graduada en Medicina por la Universidad Autónoma de Nuevo León, casada y con cinco hijos de entre uno y 10 años de edad, defendió antier su tesis de maestría en Matrimonio y Familia bajo el título “La naturalidad con que se viven los valores en la familia numerosa”, frente a los académicos correspondientes en la Universidad de Navarra (Pamplona, España). Tuve la oportunidad de leer su tesis en días pasados; siendo de mi hija es de esperar que me haya parecido muy buena, pero no, en realidad me pareció -según yo de manera objetiva- ¡sorprendentemente buena! tratándose de un tema poco explorado y que ella desarrolló con puntería y claridad sorprendentes. Destaco aquí algunos conceptos del texto. Verónica indica que ese trabajo nació con la idea de explorar el bien que de suyo supone cada persona, de manera que cada hijo encierra, simplemente por su existencia, un bien. Bien que no se queda en sí mismo sino que es difusivo toda vez que el ser humano es un ser relacional, social. No cabe, pues, suponer que el hijo representa una amenaza para los padres ni para sus hermanos ni para nadie más en la sociedad. De manera más fundamental explica cómo lo distintivo del matrimonio es que varón y mujer se unen precisamente como varón y como mujer y que un rasgo definitorio de ser varón y de ser mujer es la ordenación natural a la fecundidad, tal y como ocurre en todas las especies sexuadas, de manera que traer hijos no es algo neutro o indiferente y mucho menos ajeno o lesivo al matrimonio. Pero traer a los hijos no lo es todo -lo hacen muy bien los animales- sino que traer al hijo es apenas el comienzo pues cada hijo merece cuidado, protección y educación a nivel humano lo cual engrandece la tarea de los padres y de la sociedad en general para la “terminación” de esa magnífica labor que en realidad nunca termina. En esta labor educativa sobresale la transmisión de los valores, aquellas “cosas buenas” que convienen a todos y que se “maman en casa”, sobre todo con el ejemplo de los padres pero también de los hermanos y lógicamente con mayor oportunidad e intensidad en la familia numerosa pues ocurren allí con más abundancia y naturalidad los gestos de generosidad, solidaridad, ayuda mutua, compasión y comprensión: Enseñarse unos a otros a convivir queriéndose. ¿Acaso es poco decir que es en casa donde los hijos aprenden de primera mano a diferenciar el bien del mal? Si los padres entendiéramos que cada hija o cada hijo es un bien en sí mismo, que es el hijo el que tiene derecho a nosotros -a unos padres que lo amen, lo cuiden, y se renuncien a sí mismos por él- y que no somos los padres los que tenemos derechos sobre la hija o el hijo, pues otro gallo hoy nos cantaría. La familia numerosa -concluye Verónica- es una “escuela muy natural de convivencia, aceptación recíproca, tolerancia, pluralidad, respeto mutuo y entrega”, excelente antídoto contra el egoísmo, no solo de los hijos sino también de los padres. No es indispensable que para esto la familia sea numerosa, pero en general ayuda mucho, facilita. Encontré esa tesis diferente, muy peculiar, llena de sentido común. Mi esposa y yo le estamos muy agradecidos a Verónica, y por igual a su esposo –“Pato”- y a sus hijos: Patricio, Elena, Sara, Julieta y Pablo, que fueron, por así decirlo, su “material de trabajo”.
Maestría en Bioética.
jesus.canale@gmail.com
Médico cardiologo por la UNAM.
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