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Escribir el “Libro de nuestra vida”

Así es la oración de contemplación. No podemos ver a Dios con los ojos físicos, pero por todas partes advertimos su presencia y su acción.

1) Para saber

Se dice que sucedió en la estación de Pisa, Italia, al terminar la Segunda Guerra Mundial. Una madre, llena de alegría, esperaba a su hijo que volvía de la guerra después de haber caído prisionero de los alemanes. El soldado, que había quedado ciego, no había querido comunicárselo a la familia. Llegó el tren y la madre miraba con avidez acá y allá. En esto vio a su hijo descender del tren, pero ayudado por otras personas. Se acercó y cayó en la cuenta de que estaba ciego. Su madre, llena de dolor, lo abrazó mientras exclamaba: “¡Hijo mío, si no ves!” El muchacho le dijo: “No te veo, madre, pero te siento”.

Así es la oración de contemplación. No podemos ver a Dios con los ojos físicos, pero por todas partes advertimos su presencia y su acción. Dice San Pablo: “Nosotros contemplamos las cosas que no se ven, porque las que no se ven son eternas” (2 Cor 4, 18). Ahora el papa Francisco dedicó la Audiencia de los miércoles para reflexionar sobre una forma de oración que es la meditación. Hoy en día, dice el Papa, ha tenido mucho auge la meditación y muchas personas meditan en distintas religiones, aunque no todas lo hacen de la misma manera. Y es que meditar es una necesidad de todos. Meditar se parecería a detenerse y respirar hondo en la vida.

Pero la meditación en un contexto cristiano, va mucho más allá que una reflexión, pues es sobre todo el encuentro con alguien, con Dios. El cristiano, cuando reza, no aspira a buscarse a sí mismo, o relajarse, sino ir al encuentro con Jesús, guiados por una frase o una palabra de la Sagrada Escritura. Jesús es la Puerta y por ahí entramos al orar.

2) Para pensar

Cuenta C.S. Lewis en su libro Cartas del diablo a su sobrino, cómo el demonio amaestra a su sobrino sobre el arte de engañar y mentir a los hombres y le descubre los secretos de cuándo los hombres se engañan solos. Le invita a que los engañe haciéndoles pensar que su relación con Dios ha de ser "adulta", "auténtica", "espontánea", etcétera, y por ello, que no acudan a Misa o los Sacramentos cuando no “los sientan”, “cuando no les nazca”. De esa manera, serán esclavos de sus sentimientos, los cuales los harán deslizarse hacia abajo llevados por su pereza o comodidad.

Dice San Josemaría Escrivá: Prefiero tener al cuerpo de esclavo que serlo suyo.

3) Para vivir

Después de un rato de oración, el alma suele recuperar la paz, el dominio de uno mismo, o la lucidez sobre una decisión, pero estos resultados son, por así decir, efectos colaterales de la gracia. Lo que se ha de buscar, dice el Papa, es el encuentro con Jesús, y todo lo demás “se dará por añadidura”.

Al meditar, continúa el Papa, nos ponemos delante de la Palabra de Dios para intentar asumirla. Ayuda mucho meditar la Sagrada Escritura. El cristiano, después de haber acogido la Palabra de Dios, no la tiene cerrada dentro de sí, sino que debe encontrarse con "otro libro", que el Catecismo llama "el de la vida" (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2706). Es lo que intentamos hacer cada vez que meditamos la Palabra: Al meditarla, esa Palabra divina se escribe en las páginas del libro de nuestra vida. Y ese libro, que se ha hecho vida en nosotros, podrán leerlo los demás, encontrándose con Cristo.

José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad de Navarra).(articulosdog@gmail.com)

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