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El innombrable

Está en los retos de política pública que dejó a su sucesor, Joe Biden, y en los desafíos que legó para la estabilidad de la democracia de Estados Unidos. Por eso el presidente Biden quiere convertir a Trump en un innombrable.

Cuando despertamos, particularmente quienes vivimos en Estados Unidos, ya no tenemos que estar pendientes del último tuit, insulto, ataque, locura o mentira de Donald Trump. El mundo, como siempre, tiene sus dosis de emergencias y tragedias, desde los golpes de la pandemia hasta el clima destructivo que nos estamos creando. Pero las venganzas y conspiraciones inventadas por Trump ya no aparecen en la ecuación. Él está encerrado en su club de golf de Mar-a-Lago en Florida y eso es un alivio.

Pero es probable que se trate de un consuelo temporal. Aunque Trump salió de la Casa Blanca y de Twitter -la poderosa red social que fue su espada digital suspendió su cuenta de manera permanente-, el ex Presidente sigue ahí. Aún está enquistado en el Partido Republicano, que se debate existencialmente entre ser el partido de Trump o algo distinto, y también en las mentes de muchos estadounidenses que votaron por él y todavía lo apoyan. Está en los retos de política pública que dejó a su sucesor, Joe Biden, y en los desafíos que legó para la estabilidad de la democracia de Estados Unidos.

Por eso el presidente Biden quiere convertir a Trump en un innombrable.

“Estoy cansado de hablar de Donald Trump, ya no quiero hablar de él”, dijo Biden en un foro de CNN. “Por cuatro años todo lo que salía en las noticias era sobre Trump. En los próximos cuatro años quiero asegurarme de que lo que salga en las noticias sea sobre la gente de Estados Unidos”.

Pero Biden debe saber que no es tan fácil superar a los líderes que se niegan a decir adiós a la vida política.

En América Latina hemos tenido a nuestra propia lista de innombrables. Se trata de ex presidentes -como Carlos Salinas de Gortari en México y Álvaro Uribe en Colombia- que siguen teniendo una inusitada influencia muchos años después de dejar la presidencia. Son, desde luego, personajes muy incómodos para cualquier mandatario. Y, por el poder y temor que emanan, es imposible ignorarlos.

El problema de los innombrables es que, aunque no los menciones en voz alta, sientes su presencia. Sus sucesores con frecuencia tienen dos caminos: Permanecer bajo su sombra o denunciarlos y desmantelar públicamente, uno a uno, sus abusos de poder.

Así -“innombrable”- es como el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se ha referido en varias ocasiones al ex presidente priista Salinas de Gortari (quien llegó al poder con un gigantesco fraude electoral en 1988 e inició un proceso de polémicas privatizaciones que aún hoy tienen graves consecuencias). López Obrador contó en un tuit de 2019 que tomó el término “innombrable” del escritor argentino Jorge Luis Borges, quien, según él, se lo aplicaba al general Juan Domingo Perón.

Si de algo nos sirve la experiencia de Argentina, Colombia y México, es que la mejor manera de lidiar con líderes autoritarios que no se van es desmantelarlos.

Acaso no hay una imagen más simbólica de esto que la demolición hace unos días del hotel y casino Trump Plaza en Nueva Jersey. Antes de irse a la bancarrota y ser vendido, fue uno de los casinos más exitosos en Atlantic City. Todo terminó en espectáculo, como tantas cosas en las que el apellido Trump está involucrado. Hubo gente que pagó 10 dólares para ver desde sus autos la demolición del edificio con tres mil cargas de dinamita.

Al igual que su antiguo casino, Trump también cayó. Pero igual que los otros innombrables, no se va. Esto sucede incluso pese a que Trump es políticamente radioactivo: Estar ligado a él es, de alguna manera, defender o justificar su racismo y sus ataques al sistema democrático de Estados Unidos. Si bien el Senado no lo encontró culpable de incitar a una insurrección en su segundo juicio político y las imágenes de la violenta invasión al Capitolio en los libros de historia lo presentarán como un viejo caudillo que no quiso aceptar los resultados de una elección que perdió.

Así no sólo Biden tendrá que lidiar con él. También en las entrañas del Partido Republicano. La influencia de Trump, y de los más de 74 millones de votos que consiguió en las elecciones de noviembre, es innegable.

Entre los republicanos hay un temor de alejarse del líder que durante cuatro años lanzó su furia tuitera contra todos aquellos que no mostraban sumisión y absoluta lealtad. A pesar de que Trump ya salió de la presidencia y Twitter lo suspendió de la red social “ante el riesgo de que pudiera volver a incitar a la violencia”, su influencia se siente, sobre todo cuando se trata de conseguir donaciones y apoyo para campañas electorales en el futuro.

“Pudo haber sido un acto de suicidio político”, dijo en The New York Times el congresista republicano por Michigan, Peter Meijer, sobre su decisión de votar a favor de enjuiciar a Trump. Meijer es uno de los 10 congresistas republicanos que se unieron a los demócratas en la Cámara de Representantes para acusar a Trump de “incitación a la violencia”. Y ahora su reelección en 2022 está en riesgo por ese voto.

Trump no va a desaparecer sólo porque algunos republicanos se atrevan a distanciarse de él o porque Biden deje de hablar de él.

Se celebra que Biden sea un Presidente que no quiere hablar de su predecesor y culparlo de los problemas que heredó. En estas primeras semanas, Biden ha asumido como propios los retos que le dejó Trump. Después de todo, para eso escogemos Presidente: Para que resuelva los asuntos que quedaron pendientes y para que envíe a sus predecesores al olvido.

Pero Biden y el Partido Republicano necesitan entender que Trump no va a desaparecer del imaginario político y digital si lo convierten en innombrable. Lo peor que puede ocurrir es convertir a un innombrable en mito al negarse a abordarlo directamente.

Y sólo podrán hacerlo si logran presentarlo como uno de los presidentes más racistas, antidemocráticos e ineficaces -con casi 500 mil muertes por la pandemia- que ha tenido Estados Unidos. Sólo así no regresará como candidato presidencial en 2024.

CV: Jorge Ramos, periodista ganador del Emmy, director de noticias de Univision Network. Ramos, nacido en México, es autor de nueve libros, el más reciente es "A Country for All: An Immigrant Manifesto".

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