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Dos mundos

Las guerras se han convertido casi en un espectáculo, un reality show, por la inmediatez que dan las redes y por las coberturas en tiempos reales.

La guerra en Medio Oriente está generando marchas masivas en todo el mundo. Todas tienen en común el rechazo a la violencia, pero difieren en torno a los apoyos. Las marchas más masivas han sido las de “apoyo a Palestina libre”, mientras que las menos han sido las de “apoyo a Israel”. En este mundo cada vez más polarizado, parece que o estás con uno o estás con el otro. Este binarismo es problemático y reduccionista, no permite los matices y genera una demonización y deshumanización de los involucrados. El conflicto es mucho más complejo que esto.

Las redes sociales son un circo. Un párrafo puede ser descontextualizado y magnificado para ganar likes o reproducciones de videos. Las guerras se han convertido casi en un espectáculo, un reality show, por la inmediatez que dan las redes y por las coberturas en tiempos reales. A las audiencias y a algunos medios se les olvida que son vidas las que están detrás. La violencia se normaliza en los conflictos. Ante el dolor de los demás impera el clickbait.

Muchos amigos de la comunidad judía están molestos porque sienten una falta de empatía entre los mexicanos con los jóvenes, niños, bebés y adultos mayores israelíes que fueron asesinados o secuestrados por Hamás. Esto es más que comprensible. Es realmente condenable la manera en la que esta organización terrorista ha usado a personas como escudos humanos y cómo ha atentado contra la vida de civiles inocentes, atacando Israel. El terrorismo de Hamás no debe existir y no tiene cabida en la legalidad. El terrorismo está dilapidando al brazo político de Hamás. No sobra decirlo: Hamás no es Palestina, no representa a los palestinos ni a sus autoridades. Por ello, celebro que legisladores hayan acompañado la marcha de la comunidad judía del domingo pasado en la CDMX y que exigieran que Hamás regrese con vida a las personas que secuestró, además de que condenaran la violencia de este grupo terrorista.

Sin embargo, muchas personas de la comunidad judía piensan que hay antisemitismo en quienes condenamos la opresión que ejerce el Estado de Israel sobre las poblaciones palestinas desde hace décadas. Muchas personas de la comunidad judía no ven la situación en Gaza y Cisjordania como una ocupación colonial por parte del Estado israelí. En las redes sociales abundan los videos de influencers israelíes que afirman que “Israel provee agua y electricidad a Gaza y que “no tiene obligación de hacerlo” y también hay videos de otros influencers que deshumanizan a los palestinos.

Muchos israelíes y personas de la comunidad judía se molestan si alguien menciona que el Ejército israelí ha asesinado a bebés palestinos o que tiene un sistema de Apartheid en los territorios palestinos. Esto es negar una realidad. Lo que el Gobierno israelí ha hecho durante décadas al ocupar territorios y mantener la Franja de Gaza como una cárcel es un Apartheid. Lo que el Gobierno de Netanyahu está haciendo al usar armas químicas, prohibidas por los Convenios de Ginebra, cae en terrorismo de Estado. Israel viola constantemente el derecho internacional humanitario que regula los conflictos armados y lleva décadas haciéndolo. Muchas organizaciones como Amnistía Internacional y HRW, entre tantas otras, han documentado estos abusos, al menos desde 2006.

Algunas personas se burlan en X de que personas LGBT hayan acudido en México y otras ciudades del mundo a marchas de “apoyo a Palestina” porque en el mundo árabe persiste la homofobia y en el mundo islámico hay leyes que condenan la homosexualidad a muerte. La condena a la homofobia no está peleada con la exigencia de libertad y de reparación del daño a un pueblo ocupado en una guerra colonial en pleno siglo 21.

Esta guerra apenas comienza y en ella hay que tener los ojos abiertos para que en esta división en dos mundos no se cruce el intolerable antisemitismo con la obligada exigencia de que el Estado israelí respete el Derecho humanitario y termine la ocupación colonial de Palestina. Estas denuncias no deben confundirse como una justificación al deplorable terrorismo de Hamás.

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