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Diplomacia

"Si un diplomático dice que sí, eso quiere decir que quizá. Si dice que quizá, eso quiere decir que no. Y si dice que no, eso quiere decir que no es un diplomático"

"¡Sexo, sexo, sexo! -reclamó ella con enojo-. ¡Sólo en eso piensas!". "Es natural, mi vida -se defendió él-. Somos conejos". Afortunado el hombre, rezaba un viejo dicho campirano, que encuentra una esposa buena tanto para el metate como para el petate. Eso quería decir que la mujer era diestra lo mismo en las tareas de la cocina que en los dulces deleites del amor. El joven Leovigildo desposó a la linda Rosibel, y desde la primera mañana que pasaron en su departamento de recién casados supo que su mujercita carecía de experiencia como cocinera. Le preguntó ella al ir a preparar el desayuno: "Mi vida: ¿Tenemos abridor de huevos?". Doña Panoplia de Altopedo, dama de sociedad, regresó a su casa antes de lo previsto, pues se suspendió la clase de tenis en el club porque al maestro se le olvidó su raqueta. Cuál no sería su sorpresa al encontrar a su esposo don Sinople en concúbito sensual con la joven mucama de la casa. "Estás despedida -le dijo incontinenti a la muchacha-. Y no esperes que te recomiende con alguna de mis amigas". "No se preocupe, madame -replicó la fámula-. Ya el señor me tiene muy recomendada con todos sus amigos". Alguien relacionado con la diplomacia describía el parecido que hay entre una señorita y un diplomático: "Si una señorita dice que no, eso quiere decir que quizá. Si dice que quizá, eso quiere decir que sí. Y si dice que sí, eso quiere decir que no es una señorita. Si un diplomático dice que sí, eso quiere decir que quizá. Si dice que quizá, eso quiere decir que no. Y si dice que no, eso quiere decir que no es un diplomático". Ofrezco una disculpa a la 4T, que tantas culpas tiene. Resulta que tildé de provocación el hecho de que el embajador de Estados Unidos haya sido sentado en la última fila en una ceremonia oficial de los festejos de la Independencia. No fui el único que hizo ese señalamiento: Muchos otros comentadores se refirieron a él en iguales o parecidos términos. Caímos en error. Una bien redactada y puntual carta a Reforma firmada por don Leonardo Ffrench Iduarte, embajador de México en retiro, puso los puntos sobre las íes. Los lugares que se asignan a los representantes de los países se determinan según el orden de antigüedad de su designación. Como el embajador norteamericano presentó sus cartas credenciales muy recientemente le correspondió uno de los últimos sitios. Agradezco esa útil lección al señor Ffrench, y de nuevo canto la palinodia por el dislate en que incurrí. Cantar la palinodia significa reconocer el yerro cometido. Eso de ninguna manera anula ninguno de los comentarios que he hecho sobre las otras provocaciones del régimen actual a los Estados Unidos, acciones que pueden traer consigo efectos malos para México no sólo en el terreno de la política, sino sobre todo en el de la economía. Y la nuestra está prendida con alfileres. Senectus ipsa morbus, escribió Terencio. La ancianidad es en sí misma una enfermedad. Don Veterio, señor de muchos años, fue a la consulta de un gerontólogo y le hizo la relación de sus muchos y variados ajes. El facultativo escribió una receta a cuyo pie puso: "Y un par de muletas". Y es que lo vio caminar en modo vacilante, y temió que una caída pudiera causarle daño irreparable. Semanas después el añoso señor regresó a la consulta del galeno. Se veía peor que en la ocasión pasada; más desmejorado y decaído. Le dijo con voz feble al gerontólogo: "Y usted, doctor, es el culpable de mi estado". "¿Por qué?" -se alarmó el especialista. Replicó don Veterio: "¿A quién se le ocurre, a mi edad y en mis condiciones de salud, recetarme un par de mulatas?". FIN.

Licenciado en Derecho y en Lengua y Literatura españolas / cronista de Saltillo.

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