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¿Debate?

Lo primero que hay que decir es que México tiene una pobre cultura del debate.

Los debates entre candidatas y candidatos a puestos de elección popular son parte fundamental de las elecciones. Cuando el formato y la moderación son buenos se cumple con el objetivo de presentar propuestas, rendir cuentas a la ciudadanía y contrastar a las personas candidatas, en su estilo, en sus ideas y en los objetivos que persiguen para gobernar. El primer debate por la gubernatura al Estado de México fue histórico, porque por primera vez se presentaron sólo dos mujeres, pero quedó mucho a deber. Fue una oportunidad perdida para las personas electoras de la entidad.

Lo primero que hay que decir es que México tiene una pobre cultura del debate. Apenas en 1994 se realizó el primer debate presidencial en la historia del País. El año 2012, los y las alumnas de la Ibero, que eran parte del másde131, y sus pares de otras universidades del movimiento #YoSoy132 revolucionaron los debates políticos en México. Ese debate fue el primero organizado por la sociedad civil organizada y fuera de la autoridad electoral. El #debate132 dejó escuela y desde entonces se ha hecho más bien una rareza el que no haya debates para cargos públicos. Desde debates para regidores, concejalas, diputados locales, presidentas municipales hasta debates por gubernaturas y por la Presidencia de México. A las y los electores nos gusta ver a las personas candidatas competir. Un buen debate fortalece la calidad de una contienda y empodera a la ciudadanía porque le ayuda a tener más información para su voto. En las democracias la información es poder para la gente.

Lamentablemente al encuentro del 20 de abril le faltó estructura. El instituto electoral mexiquense organizó un mal debate, con poca oportunidad para contrastar y para que hubiese rendición de cuentas. Ante las largas preguntas de Ana Paula Ordorica, la moderadora, las dos candidatas se limitaron a leer posicionamientos y realmente hubo poco contraste. Incluso la moderadora insistió en las propuestas de Delfina o destacó la falta de las mismas de Alejandra. En lugar de ofrecer ideas para combatir la violencia de género o para el transporte público o para la cultura, las candidatas leían discursos y se salían por la tangente.

En cuanto al estilo, Delfina Gómez repite la misma narrativa de AMLO. La maestra habla con un tono directo, popular y con las frases emblema del lopezobradorismo: "No mentir, no robar y no traicionar". Poco hay de estilo personal en ella, aunque esto no quiere decir que Delfina no tenga autonomía. Acusar a una mujer candidata de ser títere de un hombre es violencia de género y es una conducta heteropatriarcal. Sin embargo, a la maestra le faltó claridad en sus respuestas y a pesar de que destacó que fue su partido el sancionado por el cobro de diezmos en Texcoco, la morenista no ofreció una disculpa a los electores.

Por su lado, Alejandra del Moral tiene el típico estilo del PRI del Estado de México. La forma de hablar recuerda al Grupo Atlacomulco, al estilo de Peña Nieto, pausado y con teatralidad de saber lo que hace. Sin embargo, Alejandra se enredó al tratar de explicar la violencia de género per cápita en su entidad y quiso contrastarse como una candidata de familia tradicional, casada y con hijos. El modelo de familia tradicional. Después de todo, la priista también es abanderada del PAN.

El Estado de México es la entidad más poblada del País y con más de 12.3 millones de votantes es el Estado que tiene el mayor número de electores. No ha tenido alternancia en la gubernatura en casi un siglo, aunque en sus 125 municipios sí hay una pluralidad de partidos gobernando desde hace tiempo.

Delfina ganó este primer encuentro, pero simplemente porque siguió el manual de quien va adelante en las encuestas. La morenista no apostó por la confrontación y se quedó en el mensaje. Del Moral perdió una oportunidad para decir por qué el PRI merecería otro sexenio más. Al final, son los electores del Edomex quienes pierden ante la ausencia de Movimiento Ciudadano en la competencia y ante la falta de un verdadero debate entre las candidatas.

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