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De Alepo a Culiacán

La capacidad evidenciada por las acciones del citado contingente, con toda una estrategia bélica que no podría haberse dado sin una cúpula coordinadora conocedora del oficio...

La guerra en Siria ha tenido uno de sus más decisivos desastres en la ciudad de Alepo, que ya es un ícono de ese conflicto. No repasemos los detalles de lo ocurrido antier en Culiacán, pero vale la pena reflexionar sobre sus significados. La información al respecto parece confusa, un tanto controvertida y hasta difícil de creer, quizás por el asombro que tanto las autoridades como los medios han sufrido por ese hecho inédito en el México posrevolucionario: Una relevante ciudad prácticamente tomada por un contingente que ha mostrado su capacidad de acción y de reacción, de estrategia, de disponibilidad inmediata para una lucha a muerte e incluso con una capacidad de organización fundamentada por “lealtad” a un objetivo común, en este caso la recuperación de un emblemático miembro de su liderazgo. La capacidad evidenciada por las acciones del citado contingente, con toda una estrategia bélica que no podría haberse dado sin una cúpula coordinadora conocedora del oficio, sorprende tanto a los pobladores de aquella capital y de hecho a todo el País como a las autoridades encargadas de la seguridad nacional, ejerciendo intensos emocionales en los mexicanos de toda condición. La gente -digámoslo así- por un lado confiesa su admiración por la indiscutible organización del crimen organizado, pero a la vez su temor por la indefensión que sienten al enterarse cómo el retenido tuvo que ser devuelto a cambio de la ciudad -según la explicación oficial- preguntándose todo mundo qué le espera al ciudadano común cuando las fuerzas que están para defender al pueblo se vieron rebasadas por un contingente supuestamente menos fuerte, menos organizado, menos entrenado, menos equipado y menos disciplinado. Algunos podrán entender que aquélla era la única salida para la pacificación de la ciudad en esos momentos, pero muchos parecen persuadidos de que la batalla contra ese “ejército” informal la perdieron las fuerzas armadas de la Nación generándose en el sentimiento colectivo la duda de si el verdadero poder “está del otro lado”. Otra significación más doméstica del asunto Culiacán es que el crimen organizado del lugar envió un clarísimo mensaje a las fuerzas del Estado mexicano: “Aquí no, así no. Hay límites y te pasaste. Devuélveme lo mío o… a ver a cómo nos toca”. No sabemos si un mensaje en este sentido realmente existió, pero por lo expresado oficialmente -“para la pacificación de Culiacán”- es de suponer que tal mensaje sí existió o al menos por los hechos así fue interpretado. Otro efecto de Culiacán es que algunas frases y decires suaves o divertidos del Presidente sobre el crimen organizado en días pasados pasan ahora a percibirse como una especie de banalización de la situación de inseguridad pues contrastan frontalmente con la grave realidad de los hechos de los últimos días en diversos sitios del País que acumulan muertes múltiples y ahora la “toma” de una ciudad relevante. Para otros Culiacán ha ratificado que las fuerzas del orden público han sido omisas en diversos conflictos, no sólo en los desmanes y bloqueos de la capital del País o en el incendio del ducto Tuxpan-Tula en enero de este año, que cobró la vida al final de 135 personas una vez que los militares se replegaron del sitio “para evitar un enfrentamiento con los pobladores”, trascendiendo que el resultado fue peor que el de una intervención protocolizada para apartar a los ciudadanos del área de riesgo. Es muy probable, y ojalá que así sea, que Culiacán se lea correctamente por el gabinete de seguridad para adecuar la participación de las fuerzas armadas y policías con el objetivo central de ahora sí obtener resultados. Está claro que Culiacán no es Alepo, pero al igual que esa ciudad siria, Culiacán se convirtió antier en un ícono de la magnitud de nuestro conflicto.

Médico cardiólogo por la UNAM.

Maestría en Bioética.

jesus.canale@gmail.com  

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