Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columna México

Conocer México

¡Qué hermoso País el nuestro, y qué poco y mal lo conocemos! Mis cuatro lectores no me lo creerán, pero conozco personas que han ido a Australia como turistas, pero nunca han estado en Oaxaca o Yucatán

El predicador por radio anunció que tenía poder de sanación a distancia, e invitó a los enfermos a acercar al aparato la parte enferma, pues ese simple toque bastaría para sanarlos. Un maduro señor escuchó aquello y se apresuró a pegar al radio la parte de la entrepierna. Su esposa ve aquello y le aclara: "Dijo que sana a los enfermos, no que resucita a los muertos"... La encargada de la guardería le pregunta a un pequeñín: "¿Eres niño o niña?". "Niño" -responde sin vacilar el nene. Pregunta de nuevo la mujer: "¿Cómo lo sabes?". Responde con mucha lógica el pequeño: "Porque traigo calcetincitos azules". La encargada llama a otra criatura y le pregunta lo mismo: "¿Eres niño o niña?". "Niña" -responde sin dudar la chiquilina. "¿Cómo lo sabes?". "Porque traigo calcetitas color de rosa". Le toca el turno a Pepito. "Y tú ¿eres niño o niña?". "Tengo dudas -dice el chiquillo-, pero creo que soy niño, y muy niño". La de la guardería se extraña. "¿Por qué tienes dudas?". Explica Pepito: "Porque no sé si traigo calcetincitos azules o calcetitas de color de rosa". "Y entonces -inquiere la mujer- ¿por qué dices que eres niño, y muy niño?". Responde el tremendo infante: "Porque el tamaño de mis coj... es lo que no me deja ver si traigo calcetincitos azules o calcetitas color de rosa"... ¡Qué hermoso País el nuestro, y qué poco y mal lo conocemos! Mis cuatro lectores no me lo creerán, pero conozco personas que han ido a Australia como turistas, pero nunca han estado en Oaxaca o Yucatán. Hay quienes han viajado dos o tres veces a París, y sin embargo ignoran las bellezas que guarda el Centro Histórico de la Ciudad de México. Otros se han deleitado con los encantos de la India o de Japón, pero no han disfrutado las hermosuras de Zacatecas, Puebla o Veracruz. Somos dueños de inefables maravillas y no las apreciamos ni las sabemos valorar. Nuestro paisaje, nuestra arqueología, la arquitectura colonial, nuestra cocina, el rico tesoro de la artesanía mexicana, todo eso es una serie de maravillas que deberíamos gozar cumplidamente. Decían los antiguos que nadie puede amar aquello que no conoce. ¿Cómo podemos amar a nuestro País si lo miramos con indiferencia, si no lo recorremos como quien recorre la casa en que nació y se graba en las entretelas del corazón hasta el último rincón de las habitaciones? Para amar con mejor amor a México conozcámoslo mejor. Muchos goces y gozos aguardan al viajero que en tiempos mejores que estos tome los caminos de este hermoso País en que vivimos... Una señora fue de compras. Al llegar al centro comercial recordó que había olvidado decirle a su esposo que aquella noche irían a una reunión de su club. Llamó, pues, por teléfono a su casa. Contestó una voz infantil. "Hijito -dice la señora-. Por favor llama a tu papi". "No puedo -responde el pequeño-. Está encerrado en la recámara con tu amiga Taisia". "Hijito -se extraña la señora-. Yo no tengo ninguna amiga Taisia". "Claro que sí -responde con firmeza el pequeño-. Cada vez que tú te vas a trabajar ella se encierra en la recámara con mi papi Camilio". La señora se dio cuenta de que había marcado un número equivocado: Ni ella trabajaba ni su esposo se llamaba Camilio. Le dice entonces al niño "Muy bien, hijito. Ve a la recámara y hazles una broma a tu papi y a mi amiga: Diles que acabo de llegar a la casa. Yo espero aquí para que me digas qué pasó". Regresa a poco el pequeño y dice en el teléfono: "Ya hice lo que me pediste, mami". "Y ¿qué sucedió, hijito?". "Mi papi saltó de la cama, tropezó con la alfombra y cayó por la ventana del segundo piso. Tu amiga Taisia se echó desde arriba un clavado a la alberca, sin darse cuenta de que no tenía agua". "Está bien, hijito -se despide la señora-. Gracias". Cuelga el teléfono y dice con siniestra sonrisa: "No sé a dónde estaría hablando, pero la venganza femenina se ha consumado"... FIN.

Catón

En esta nota