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Cinismo

Decía Kapuscinski que los cínicos no sirven para el oficio del periodismo, pero el cinismo parece ser la regla en la política y en la vida de los ex presidentes de México.

Decía Kapuscinski que los cínicos no sirven para el oficio del periodismo, pero el cinismo parece ser la regla en la política y en la vida de los ex presidentes de México. De qué otra manera podría llamársele al hecho de que Vicente Fox diga defender la democracia cuando quiso censurar a un opositor con el desafuero. De qué otra manera podría llamársele al largo editorial publicado por Felipe Calderón en el que escribe sobre democracia y recomienda pasos a seguir para revivir a la oposición cuando dos de las peores regresiones democráticas se vivieron en su sexenio: La militarización de la vida pública y el combate a los derechos humanos. No hay memoria histórica y la desvergüenza no parece tener límites.

El juicio a Genaro García Luna desnuda por completo la futilidad de la guerra contra las drogas en al menos tres aspectos. Primero, en la incapacidad de los gobiernos de México y de EU para frenar el tráfico de drogas. Segundo, en el monumental fracaso para reducir el consumo. Tercero, en reducir la violencia. En esos tres aspectos Felipe Calderón justificó la guerra. Un factor adicional del fracaso es la corrupción en las agencias de inteligencia y seguridad tanto de México como de EU. Para poder pasar la droga y para poder distribuirla y venderla en las calles de Nueva York, en los bares de la Zona Rosa o en las discos de Miami se requieren autoridades estadounidenses corruptas y autoridades mexicanas corruptas. No hay más.

Para Calderón, la guerra contra las drogas fue una necesidad. El .56% de la diferencia del voto en el 2006 lo hizo buscar la legitimidad en la política del miedo. Lo que no consiguió en las urnas se lo darían las armas. En lugar de a un jefe de Estado tuvimos un sexenio de un Comandante en Jefe que veía con enojo y frustración la participación ciudadana de quienes protestábamos por la guerra contra el narco, por la normalización de la violencia que empezó ese sexenio, por el ejecutómetro que nos presentaban como un logro y por los montajes que García Luna hacía cada vez que capturaban a algún capo. Si algo irritaba a Calderón eran las marchas como las de No más sangre, que lideraba el poeta Javier Sicilia.

En su texto Calderón describe un régimen autoritario en el que pone en la sociedad civil la esperanza para "salvar a México". Irónicamente esa sociedad civil fue la que se organizó para exigir el cambio de rumbo en el paradigma de la guerra en la que Calderón nos metió. Irónicamente esa sociedad civil fue la que litigó contra la homofobia de Estado que Calderón abanderó al enviar una acción de inconstitucionalidad contra el matrimonio igualitario. Irónicamente esa sociedad civil fue la que realizó un juicio ciudadano en el Zócalo para condenar las omisiones del Estado en el caso de la guardería ABC. Hoy el ex Presidente cínicamente defiende lo que antes combatió.

En algo sí tiene razón Felipe Calderón y es en el lamentable estado de la oposición. En la Ciudad de México, el PAN sigue impulsando iniciativas para negar derechos, como una reciente que fue presentada por una diputada del PAN que desinforma sobre la vida de las personas trans. El ex Presidente también acierta cuando lamenta la "ausencia de una oposición respetable, vigorosa, creíble y con liderazgo" e incluso coincido en su llamado a ciudadanizar los partidos con primarias, participación en asambleas y demás. Siempre he defendido esta propuesta. Sobre este punto sólo basta recordar que así fue como Josefina Vázquez Mota ganó la candidatura del PAN en 2012. A ver si algún día la panista se sincera y habla sobre el talante autoritario de Calderón.

Lo he señalado ya varias veces. Morena ha fracasado en dignificar la vida política de México y ha repetido muchos de los vicios del PAN y del PRI, incluido profundizar la militarización. También he señalado que a ninguna democracia le sirve una oposición débil y siempre he defendido la participación ciudadana. México está inmerso en una crisis de representatividad que la polarización sólo ha agravado. De ahí a que hoy Calderón sea el líder de la oposición que México necesita hay un abismo de distancia.

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