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Celebrar México

Porque más allá de la Bandera o el Himno Nacional, cada uno tiene recuerdos, a veces añejos, o a flor de piel, que le evocan la pertenencia a un todo que desborda la región...

Mañana recordamos el Grito de Dolores, la fiesta cívica y popular más concurrida por todo el País; y el lunes 16 habrá desfiles en buena parte de las localidades mexicanas. Para muchos es la ocasión de expresar a grito pelado un nacionalismo un poco estentóreo, muy declarativo y un tanto visceral.

Ahora bien, ese sentimiento que se revuelve alrededor de los símbolos patrios, tiene un fundamento, y un sentido más profundo y más sutil, en la experiencia cotidiana de quienes habitamos este territorio. La mayoría de los conciudadanos encuentra un arraigo recóndito en vivencias, lugares, sabores y aromas que le evocan con mayor eficacia lo que significa ser mexicano. Porque más allá de la Bandera o el Himno Nacional, cada uno tiene recuerdos, a veces añejos, o a flor de piel, que le evocan la pertenencia a un todo que desborda la región, que se torna sabor y alimento, alegría insondable, paisaje habitual, aroma sugerente, vivencia cotidiana o extraordinaria, que constituyen, en cuanto que se han compartido con parientes y conocidos, y con otros lejanos pero respetados, una experiencia fundante de nuestra identidad mexicana.

En lo personal he vivido y disfrutado momentos que me han permitido reconocerme con muchos otros, en numerosos rincones del País, y esa experiencia me ha permitido ir construyendo mi peculiar manera de saberme mexicano.

Encontrarme frente al majestuoso templo de Arizpe, o contemplar el viejo techo de vigas centenarias de la iglesia de Huépac, me sitúa frente a los trabajos y pasiones de quienes edificaron esos lugares para el ritual y la contemplación, y me permite saberme heredero de una concepción del mundo y del ser mexicanos. Lo mismo me sucede en el colonial Santuario de Atotonilco, cerca de San Miguel Allende, con sus techos y paredes pintadas con escenas bíblicas que recuerdan más las vivencias de los campesinos del Centro de México que lo que sucedía en la lejana Palestina.

Alguna vez estuve contemplando la inmensa Peña de Bernal, en Querétaro, con un chiquillo empeñado en mostrarme en las formas pétreas las figuras de Pedro Picapiedra, o un dragón, un caballo y algunos personajes de la mitología o la historia nacionales. Lo escuchaba mientras disfrutaba de unas gorditas de maíz rellenas de queso con frijoles, o de chorizo, chicharrón en salsa verde o flor de calabaza. Un agasajo sabroso que aludía a los esfuerzos de nuestros ancestros por domesticar el maíz y legarnos sabores y recetas ya centenarias.

En Tlahuelilpan, Hidalgo, ahora tocado por el huachicol y la tragedia, viví y recorrí minuciosamente su mercado de los martes con su comercio de frutas y verduras excelentes, antojitos, tacos y quesadillas para saciar el hambre y colmar la tentación. Ahí han hecho de la barbacoa de borrego un arte que se acompaña con tortillas de maíz calientitas y sabrosas para recordarnos que los pobladores del Mezquital hidalguense son también parte de ese nosotros compartido.

Ahí mismo, por la primavera, muchos se dedican a buscar y vender escamoles, esas larvas de hormiga que son una delicia cara y escasa, pero que en los hogares nos los ofrecían preparados en mixiotes con cebolla, ajo y epazote para taquear y compartir alrededor de una mesa hospitalaria, y encontrar esa alegría común que nos identifica como mexicanos.

En el Valle de Toluca, en un Coaxusco furtivo, disfruté las fiestas patronales, comiendo con aquellos cultivadores de maíz, frijol y maguey, tacos de arroz vaporoso, moles aromáticos y picantes, y buenos vasos de pulque del tinacal del barrio. De nuevo, ese disfrutar en común reforzaba lazos de encuentro y de identidad.

En muchos ranchos de la sierra y la llanura sonorense, y en casas y barrios citadinos, preparar una carne asada, con su salsa y sus tortillas de agua, sus frijoles maneados y una cheve bien helada es también una experiencia que afianza lo local y pone los cimientos para sentirnos y sabernos parte de un todo mayor.

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