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Aplausos y resultados

A nadie le importa que nos haya ido peor que a Brasil, salvo a los comentócratas. En cambio, la intensidad, la profundidad y la duración del desempleo sí le preocupa a la gente.

Una de las discusiones más interesantes en las páginas editoriales de los periódicos en México y en los medios masivos consiste en responder a una pregunta. ¿Cómo es que con resultados tan mediocres, por no decir patéticos, López Obrador conserve una popularidad tan elevada? No pretendo ofrecer una explicación, pero sí aportar algunos elementos propios de los últimos días.

Conviene de entrada matizar una interpretación, a saber, que Fox y Calderón se encontraban en niveles de aprobación casi idénticos a los de López Obrador al comenzar el tercer año de su sexenio. Sí, pero con resultados económicos muy superiores. Con los números de la 4T, los dos panistas se habrían desplomado.

Justamente en eso estriba un elemento de cierta pertinencia. Quienes sostienen que AMLO mantiene su popularidad a pesar de nulos logros, suelen argumentar que existe una conexión prácticamente mágica entre el Presidente y sus seguidores: Los 30 millones que votaron por él, o los 20 que todavía lo aplauden, o los 35 que lo veneran más que nunca. Por lo tanto, los resultados no vienen al caso. Se trata del equivalente de Trump, y de su famosa puntada: “Si matara a alguien en plena Quinta Avenida, no pasaría nada”.

Otros pensamos que es sólo cosa de tiempo para que los resultados y los aplausos se equiparen, en un sentido o en otro. El Banco Mundial acaba de publicar cifras para el 2020, ya casi definitivas, de contracción económica, y para el 2021, de crecimiento de las economías. El caso de México es el siguiente, sujeto a pequeñas variaciones en los últimos meses del año pasado.

La economía mexicana decreció 9% en 2020, según el BM, y la mayoría de las demás instituciones públicas o privadas que proponen estimaciones. La economía mundial se habrá contraído 4.3%, es decir, menos del doble que México. Las economías emergentes y en desarrollo disminuyeron su tamaño en 2.6%, casi cuatro veces menos que México. El PIB de Estados Unidos, que debiera ser el principal punto de comparación para nosotros, cayó 3.6%. Si no nos gusta ese referente, podemos irnos a Brasil: -4.5%, la mitad de la caída mexicana. Sólo algunas economías europeas y Argentina padecieron una caída tan pronunciada como la de México.

Estos son datos duros, pero abstractos. Sin embargo, reflejan variaciones análogas en empleo, ingreso, inversión y salud. Esas afectan directamente a la gente. A nadie le importa que nos haya ido peor que a Brasil, salvo a los comentócratas. En cambio, la intensidad, la profundidad y la duración del desempleo sí le preocupa a la gente. Sobre todo si recordamos que los países mencionados, y muchos más, no sólo decrecieron menos que nosotros, sino que gastaron mucho más en proteger a la gente, principalmente en Europa. Es decir, a los mexicanos nos fue peor casi que a todos: Mayor contracción, menores apoyos. No creo que haya magia que resista a esto.

Ahora bien, una golondrina no hace verano, pero incluso una serie de encuestas como las de El Financiero, que casi siempre mantiene a López Obrador en niveles de aprobación superiores a las demás empresas, comienza a reflejar el emparejamiento de los aplausos y los resultados. No me refiere al pequeño descenso en la popularidad presidencial, que puede ser estacional. Me centro en la pregunta que tanto en México como en otros países sirve más, en sus distintas versiones, para palpar el sentimiento de la gente: El país ¿va por buen o mal camino?

En la encuesta publicada ayer en el citado diario, aparece una caída dramática en el “buen camino” entre noviembre y diciembre. En el penúltimo mes del año, 46% de los mexicanos pensaban que el País iba por buen camino, 31% por mal camino, y 22% “regular”; en mi opinión, y de varios encuestadores, en México “regular” posee una connotación negativa. Estas cifras ya reflejaban una baja importante en relación a octubre, cuando el “buen” camino se encontraba en 51%, el “mal” camino en 25%, y el “regular en 22%.

Pero en diciembre se produjo un desplome. El “buen” camino descendió 18%, llegando a 28% de los mexicanos; el “mal” camino subió ligeramente, de 31% a 34%, y el “regular” se disparó 15 puntos, alcanzando 37%. El “buen” camino ha perdido 23% en dos meses.

Son encuestas telefónicas, con muestras pequeñas, en coyunturas muy especiales. No señalan necesariamente una tendencia. Pero si juntamos los sondeos con las cifras económicas nacionales comparadas con las de otros países, y el gasto de apoyo en estos últimos, comienza a configurarse un patrón. O eso parece.

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