Adiós, Seguro Popular
Si hay una política pública diseñada en México, cuya ejecución generó tal impacto que le mereció reconocimiento mundial -tanto entre países subdesarrollados como en primer mundistas- fue el Seguro Popular (SP).
Conocí al doctor Julio Frenk en el otoño del 2009. El acababa de ser nombrado como el Decano de la Escuela de Salud Pública de Harvard; primera vez que un mexicano ocupaba un cargo tan alto dentro de la prestigiada universidad. Aunque sabía que él había sido Secretario de Salud con Fox, confieso que no conocía cuáles fueron las implicaciones de su labor ahí. No obstante, por el trato reverencial que recibía de las autoridades académicas, es que me di a la tarea de averiguar a qué se debía todo ello.
Si hay una política pública diseñada en México, cuya ejecución generó tal impacto que le mereció reconocimiento mundial -tanto entre países subdesarrollados como en primer mundistas- fue el Seguro Popular (SP). No encuentro en el radar de estrategias gubernamentales mexicanas algo en educación, cultura, empleo, economía, mucho menos seguridad, que haya sido estudiada y replicada en el ámbito internacional. Y el doctor Frenk fue la mente protagónica en la creación de dicho programa. Por eso estaba donde estaba y por eso recibía el crédito que al día de hoy sigue recibiendo.
En la época final del Cardenismo, el Gobierno mexicano se recubrió de prestigio internacional con la creación del IMSS. Lamentablemente, con el paso de las décadas, los malos manejos, la corrupción (cleptocracia y/o ineptitud en directivos) lo llevaron al estado actual de quiebra e ineficiencia. La salud, desde la óptica de la seguridad social, siempre fue aparejada al trabajo asalariado, aunque sea un derecho consagrado por nuestra Constitución, independientemente de la condición laboral de la persona. Entonces, como en su momento me explicó el propio Frenk, se tenía que revertir el criterio que predominaba, donde el ejercicio de este derecho dependía de un estatus ocupacional… y con el SP se reorientaba el sistema para que el acceso a los servicios de salud fuera un derecho ciudadano y no uno laboral. En este tenor, el Issste veía por los asalariados del Estado, el IMSS por los asalariados de la iniciativa privada, y el SP a los no asalariados. La idea original era la integración de estos tres ejes, para poder crear un Seguro Universal (y de paso, ello mermaría el dañino corporativismo tan presente, el día de hoy, en IMSS e Issste). Ahora, con la desaparición del SP y su sustitución con el Instituto de Salud para el Bienestar, quizá se camine en la dirección opuesta, pues los vicios de IMSS e Issste seguirán intactos.
A nuestro Presidente, dicharachero y muy hábil para la frase pegajosa, alguien le hizo creer que el SP no servía y por eso se dedicó a repetir que “no era ni seguro ni era popular”. Ante la desinformación que prepondera en nuestra sociedad (por esto es que históricamente han podido engañarnos y manipularnos como pueblo), es importante dar un par de datos. 1) El SP otorgaba cobertura médica a tres niveles: Primero, las clínicas que representan el 70-90% de la demanda; segundo, donde se incluye a los hospitales y cirugías generales; y tercero, que representan los casos más críticos. A esto hay que añadir el seguro por enfermedades catastróficas. 2) Hoy, el Instituto de Salud para el Bienestar sólo se compromete a la atención en primero y segundo nivel. El tercer nivel dependerá de que el instituto tenga medicina o espacio. Y un tercer dato de pilón: Habría que preguntarle a decenas de miles de mexicanos, en condiciones de miserables, con cáncer, que sobrevivieron gracias al Seguro Popular… si funcionó o no.
Entiendo el hondísimo interés de nuestro Presidente en pasar a la historia, de posicionarse junto a los gigantes que hoy adornan el logotipo de su Gobierno (Morelos, Hidalgo, Juárez, Madero, Cárdenas). Creo que ese deseo aspiracional es legítimo. No me sorprende, pero observo con cautela, la destrucción de rutas previas (sistemas, políticas públicas, instancias) para la aparente subsecuente construcción de rutas nuevas; es un intento por querer “hacer historia” para que en el futuro se diga que tal o cual institución se hizo durante el lopezobradorismo. Sólo el tiempo y su contundente juicio dirá si aquello nuevo terminó funcionando o no. Sin embargo, creo que debió evitarse la eliminación del SP. ¿Que si había ineficiencias y corrupción? Por supuesto, la burocracia es la clase laboral con el nivel más mediocre de desempeño (eso incluye a la actual también). Pero con la sustitución de rutas, ¿se eliminaron ambos elementos? Quisiera que fuera así, pero no se ve en el radar. Una gran muestra de ello fue la profunda crisis de desabasto que ha vivido el País en el último semestre, bajo la tesis del combate a la corrupción (“mafia del poder farmacéutica”) pero que sencillamente evidenció un incapaz manejo del problema. Ante tantos focos amarillos, el Gobierno federal tiene la tremenda oportunidad de echar toda la carne al asador con este renovado mecanismo de salud, integrar sus filas con la gente del mejor nivel y mejorar (en la ley y en la práctica) aquello que el Seguro Popular no pudo lograr. Así es como se iría haciendo, de a poquito, la historia.
El autor es Presidente Fundador de CREAMOS México A.C. y especialista en políticas públicas por la Universidad de Harvard. jesus@creamosmexico.org
Jesús Manuel Acuña Méndez
@AcunaMendez
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